La reordenación del centro de BCN

Espacio libre de estatuas

Barcelona sufre una presión enorme y no todo el mundo puede estar en su escaparate más grande como es la Rambla

ilustracion  de leonard  beard

ilustracion de leonard beard / periodico

Eva Arderius

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Las estatuas humanas de la Rambla están enfadadas. No les gusta la nueva normativa que prepara el Ayuntamiento de Barcelona. Esperaban que Ada Colau relajara la regulación de Xavier Trias y así poder volver a ocupar todo el paseo. Pero no, el gobierno municipal mantiene el criterio de ubicarlas en la parte baja de la Rambla, la de Santa Mònica, donde la calle es más amplia. Además, la nueva normativa no permite que coaccionen a los peatones para que les den dinero y establece que para tener una licencia, además de pagar, hay que tener permiso de residencia y pasar un 'casting' que acredite un mínimo de calidad en el personaje que se interpreta.

Las estatuas dicen que desde que están bajo el monumento de Colón han perdido dinero. Aseguran tener unos derechos adquiridos a base de años de estar en la Rambla y afirman que esto, junto con su condición de artistas, les tendría que permitir poder escoger el sitio donde trabajan. Pero si las estatuas pueden escoger, también tendrían que poder escoger el resto de oferta lúdica del paseo. Y si fuese por derechos adquiridos, todavía habría pajarerías vendiendo animales vivos.

Nula renovación de la oferta

Hace tiempo que las estatuas interpretan el papel de estatuas enfadadas. De hecho, en el 2010 ya protestaban por las normas que en ese momento se les querían aplicar. Pero la pérdida de ingresos que dicen sufrir, quizá no se pueda atribuir a la regulación de horarios y espacios. Quizá haya otro motivo. Las estatuas ya no sorprenden, están demasiado vistas. El vaquero de bronce, el hombre sin cabeza o el que resiste una fuerte ráfaga de viento ya no llaman la atención como lo hacían hace años, la oferta no se ha renovado y mantenerse inmóvil sin pestañear ya no impresiona.

Nunca me han entusiasmado estas figuras humanas. No veo la gracia a sus disfraces, aunque reconozco que algunos tienen su mérito, y encuentro inquietantes algunos de los movimientos que hacen cuando escuchan las monedas que les lanzan los peatones. Entiendo que es una manera de ganarse la vida pero por este motivo no pueden campar por la Rambla en función de sus intereses. Las calles siempre serán de todos y nadie, por mucho tiempo que haga que esté allí, se las puede apropiar.

Barcelona sufre una presión enorme. Y la Rambla mucho más. Tiene 78 millones de visitantes al año. Esto requiere ser muy estricto en el reparto del espacio público, con las estatuas, los vendedores ambulantes y las terrazas. Estricto haciendo cumplir la normativa y estricto con los controles de calidad. Esto también va por los bares y restaurantes. ¿Cómo puede ser que en el paseo más rentable de la ciudad se sirvan platos francamente mejorables y a precios desmesurados?

Quizá la nueva Rambla que ahora se está repensando no solo tenga que reducir tráfico y obstáculos, también tendría que establecer otros criterios más allá de los metros que se ocupan o los impuestos que se pagan. No todo el mundo puede estar en el escaparate más grande de Barcelona, quizá ahora sea el momento de replantearse si hay que tener estatuas. ¿Por qué no ponemos músicos de calle u otras disciplinas artísticas? O mejor aún, ¿por qué no ponemos nada? Más espacio y menos ruido, esto es justo lo que más necesitamos.