LA CLAVE
El pianista, Carmena y Maragall
Los independentistas incurren con insistencia en el error de pensar que el conflicto bascula solo entre Catalunya y España. El problema ya es por entero catalán: la fractura social se broncea en las playas
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
El célebre pianista inglés James Rhodes tenía seis años cuando fue violado por primera vez por su profesor de gimnasia. El depredador convirtió al niño en su esclavo sexual. Ya adolescente, Rhodes buscó en el alcohol y las drogas un bálsamo para aliviar su mortificación. Intentó suicidarse en cinco ocasiones y fue internado en un psiquiátrico.
La música le salvó la vida. Pero solo la palabra le salvó de la locura. Denunció al violador y explicó su historia al mundo, que era una manera de explicársela a sí mismo. Sentía que con la palabra le arrebataba el poder al pederasta. La palabra, el fin del silencio, era el triunfo de la víctima.era el triunfo de la víctima.
Aun con todo, Rhodes siguió viviendo inmerso en una huida permanente. De una infancia devastada, de un pasado martirizante, de sí mismo. Solo ahora, con 43 años, el pianista ha dejado de huir. Instalado en el Madrid de Carmena, Rhodes siente por primera vez en su vida que tiene un hogar. Se siente a salvo. Lo cuenta en una alabanza fervorosa y apasionada de su ciudad de acogida publicada en El País.El País
No sería extraño que la apologética visión de Madrid del pianista estuviera afectada por un comprensible exceso de gratitud e indulgencia. Pero su descripción de la ciudad de Carmena evoca aquella Barcelona moderna, cosmopolita, civil, desacomplejada, inquieta y jovial de Maragall.
El coraje de la izquierda
Aventura Rhodes que Carmena arreglaría España. Entiendo que incluye el conflicto catalán. La realidad ha aclarado que no hay solución posible bajo la irresponsabilidad incendiaria del PP y su abdicación de la política. El ultranacionalismo de reverberaciones joseantonianas de la nueva derecha tampoco augura una era de concordia. La izquierda, acomplejada, perpleja y vacilanteacomplejada, perpleja y vacilante ante el problema catalán, aún debe hallar coraje para redimensionar el conflicto y reconducirlo a la política. ¿Busca eso Sánchez con la moción de censura?
Mientras, los independentistas se empecinan en el error de pensar que el conflicto bascula solo entre Catalunya y España. Pero ahora ya no hace falta mirar más allá del Ebro. El problema es por entero catalán: la fractura social ya se broncea en las playas.
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