Análisis

El colapso total

Rajoy prefiere alargar su gran noche sin sospechar que esta crisis, más que política, es institucional y social, un país al borde del colapso ético

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José Luis Sastre

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Después de que detuvieran a Eduardo Zaplana, apenas tembló el suelo. Los diputados del PP paseaban por los pasillos del Congreso y se preguntaban, como mucho, quién podía sorprenderse por la detención. Ellos no, desde luego, porque eso lo habían visto ya otras veces y si cayó Rodrigo Rato qué no iba a pasar con Zaplana. Así que la vida transcurrió como si la corrupción no existiera, como si no hubiera un estado de excepcionalidad política en Catalunya. La vida siguió igual: el gran enemigo del PP, que es Ciudadanos, y el gran enemigo de Ciudadanos, que es el PNV, votaron para que Mariano Rajoy tuviera los presupuestos que le daban dos años más en la Moncloa. Dos años para no hacer nada, para que nadie pactara con nadie. 

El PP salió entre vítores hacia un país en el que no había problemas, sino titulares de periódico. Aquella tarde, España fue un país serio. Estable. España no era Italia. Qué noche, aquella noche. Zapatero fracasó en su empeño de superar a los franceses pero Rajoy tenía el presentimiento de que sería mejor que los italianos. El miércoles, presupuestos y el sábado, al fútbol. La única preocupación era la situación en Catalunya, pero para eso contaba con el apoyo del PSOE y de Ciudadanos y, al cabo, ya había aventurado el PNV, aunque sin pruebas, que el 155 se levantaría “de forma inminente”. Aún esperamos.  

Para el PP no hay 'shock', no hay sentencia. Para el PP, no existe el PP

Qué noche, aquella noche, hasta que se presentó la sentencia del caso Gürtel. Fue la sentencia que se esperaba y, sin embargo, temblaron los cimientos como si fuera imprevista. “Hay un antes y un después”, advirtió Albert Rivera, socio en miércoles y adversario en jueves. De pronto, España tropezó con lo que había detrás de la palabrería del Gobierno y se fue acordando de la corrupción, de la trama organizada en el Partido Popular, de la caja B y la falta de verosimilitud del presidente del Gobierno. De la charca moral. Resultó un gran 'shock': todo el mundo se dio cuenta de lo que ya sabía. 

"Asaltar el poder"

Los partidos empezaron a bracear. El PSOE propuso una moción de censura para que Rajoy se vaya. Ciudadanos amenazaba con una moción de censura si Rajoy no se va. Demasiado parecido para que se pongan de acuerdo. Y en esa esperanza se tiene el PP, en que se prolongue el caos y no se hable de la sentencia, sino de cómo Sánchez, Rivera o Iglesias quieren “asaltar el poder”, según Martínez Maíllo. Para el PP, no hay 'shock', no hay sentencia. Para el PP, no existe el PP. Sumergido en su propio discurso, el presidente del Gobierno salió a decir que no había ningún miembro del Gobierno que hubiera sido condenado, como si el PP fuera ese partido del que usted me habla.

Rajoy no conoce a Rajoy y habita en una realidad en la que se permite cuestionar la autoridad moral de los que “hiperventilan”. Rajoy puede dar una rueda de prensa sobre la condena a la formación que preside y alegar que lo que rompe España es la censura, no la condena. Ha construido la verdad a su medida y, si le tocan a él, tocan a España. Prefiere alargar su gran noche sin sospechar que esta crisis, más que política, es institucional y social, un país al borde del colapso ético.