Mandatario peligroso
Trump, un ultra muy duro
Nadie como el actual inquilino de la Casa Blanca desde el final de la guerra de Vietnam había demostrado tal habilidad para destruir los equilibrios
Albert Garrido
Periodista
Albert Garrido
El portazo momentáneo de Donald Trump a la cumbre de Singapur con Kim Jong-un, un tipo muy duro, consuma la instalación en Washington de los duros, duros. Al presidente le ha llevado bastante más de un año dar con la tecla para disponer de un equipo ajustado a su perfil de extrema derecha. Todo un récord, acompañado del desbarajuste en la Casa Blanca, de sobra difundido, y de un aluvión de críticas e invectivas en Twitter del presidente dirigidas a personas nombradas por él, pero insuficientemente conservadores, populistas o imprudentes para concordar con los designios del jefe.
Para llevar a la práctica operaciones como el traslado a Jerusalén de la embajada en Israel o la retirada del acuerdo con Irán no le valían a Trump colaboradores como Rex Tillerson o el general McMaster, dos almas muy conservadoras, pero no todo lo duras que se requieren en estos tiempos para estar a la altura de aliados como Binyamin Netanyahu, primer ministro de Israel, y acompañantes.
Para poner las cosas en su sitio precisaba los servicios y la obediencia de ultras como John Bolton, consejero de Seguridad Nacional, Mike Pompeo, secretario de Estado, y Gina Haspel, directora de la CIA, adiestrada en Tailandia en la dureza extrema de los interrogatorios reforzados –un eufemismo para no utilizar la palabra 'tortura'– y tan expeditiva como el que más.
Nadie como Trump desde el final de la guerra de Vietnam había demostrado tal habilidad para destruir los equilibrios. Se trata de un presidente obstinadamente peligroso que, como vaticinó el escritor Richard Ford en su día, no ha logrado tomarse la presidencia en serio. Esto es, ha renunciado a medir los riesgos de sus decisiones y de actuar en consecuencia, y ha optado por no cejar en su empeño de encontrar a empleados dispuestos a no llevarle la contraria. Incluso el muy conservador Ronald Reagan se dio cuenta de que “la paz no es la ausencia de conflicto, sino la habilidad de gestionar el conflicto por medios pacíficos”. Trump entiende que tal habilidad es sinónimo de debilidad.
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