IDEAS

Huérfanos de películas de infancia

Donald Glover, como Lando Calrissian, en un fotograma de 'Han Solo: Una historia de Star Wars'

Donald Glover, como Lando Calrissian, en un fotograma de 'Han Solo: Una historia de Star Wars'

Desirée de Fez

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Los nostálgicos del futuro recordarán las películas de los nostálgicos del presente. Igual no es grave. Si esas películas son buenas, merecen ser rememoradas -con más o menos morriña- en unos años. Pero no deja de ser inquietante, hasta preocupante, que los grandes estudios apenas apuesten por personajes nuevos, aventuras explicadas de otra manera e imaginarios que no nos sepamos al dedillo.

Tres de los blockbusters de la temporada pertenecen a franquicias veteranas: Han Solo: Una historia de Star Wars, Jurassic World: El reino caído Misión: Imposible-Fallout. Y un cuarto, Deadpool 2, es otra entrega de Marvel. No tengo ningún problema con esas películas. Las que he visto me gustan entre bastante y una barbaridad. Pero no puede ir todo de eso. No todo pueden ser continuaciones y derivados, crossovers de superhéroes o adaptaciones de best sellers para adolescentes con un patrón idéntico.

Hay ahí, pese al esfuerzo y a los incontestables logros de algunos valientes que toman el mando de filmes de esas dimensiones (Rian Johnson, Patty Jenkins o J.A. Bayona), poco margen para la novedad y la sorpresa. La falta de riesgo de los estudios está acabando con parte importante de ese cine a lo grande, de ese cine espectáculo concebido para maravillar. No creo, sinceramente, que sea por falta de ideas o de talento: no recuerdo momento tan dulce para la fantasía, el terror y otros géneros puros como el presente. Probablemente sea, como siempre, por razones económicas. ¿Para qué jugársela pudiendo ir más o menos sobre seguro, estirando (mucho) y actualizando (menos) lo que ha funcionado hasta hoy?

Sea como sea, el blockbuster contemporáneo tiene que sacudirse, ha de generar sus propios mitos, sus propias historias, sus propios héroes y/o antihéroes. Hay algo desolador en imaginar una generación huérfana de referentes exclusivos, sin películas que les descubrieran un mundo y les marcaran de niños. Y hay algo aun más desolador en la posibilidad de una generación futura cuyos referentes sean solo remedos (más o menos inspirados) de las películas que marcaron a otros mucho tiempo atrás.