PEQUEÑO OBSERVATORIO

El hombre que simulaba ser músico

Es evidente que, en política, es mejor callar que arriesgarse a desafinar

Músicos en la plaza de Catalunya.

Músicos en la plaza de Catalunya.

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Debo decir que siempre he tenido simpatía por los músicos callejeros. Bastantes veces me he parado para escucharlos. Superando mis olvidos aún veo en algunos países nórdicos unos grupos de cuatro o cinco músicos que interpretaban piezas clásicas con un impecable estilo. Habitualmente eran estudiantes de música que acababan su carrera.

La gente que pasaba por la calle se detenía respetuosamente para escucharlos, aunque fuera dos o tres minutos. No pasar de largo era un gesto de respeto.

Siento no haber estudiado un poco de música, lo suficiente para poder penetrar en los secretos de este arte. Yo he tenido, y todavía lo respeto, un modesto instinto musical, que se me manifestó en la época de la Nova Cançó. De una manera tan apasionada como discreta.

Fiesta mayor

En un viaje a pie por el Pallars fui a la Guingueta, un núcleo urbano con no muchos habitantes. Al lado de la carretera se había montado una plataforma de tablones, ante la que se habían instalado los cuatro músicos y los instrumentos. Era un día de fiesta mayor.

Cuando vieron que yo me había parado delante de ellos, los cuatro músicos decidieron tocar una pieza Y entonces observé un hecho: uno de los músicos, el más joven, no tocaba la guitarra: ¡solo lo hacía ver Claro, la comisión de fiestas había contratado cuatro músicos. Y el chico añadido permitía cumplir el trato y cobrar el sueldo propuesto.

Cuánta gente, pienso, debe de estar ocupando un cargo perfectamente prescindible.

Es evidente que, en política, es mejor callar que arriesgarse a desafinar.