LA CLAVE

Irene y Pablo se mudan

Un político no debe hacer voto de pobreza; solo de honestidad. Pero al comprarse una casa de lujo Montero e Iglesias deben asumir que los excesos verbales de antaño les pasarán factura

Vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero

Vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Las mudanzas de políticos no deberían ser noticia, ni siquiera si son pareja y encabezan el mismo partido. A los políticos solo se les debería juzgar por sus medidas, promesas e incumplimientos, todo lo más por la ejemplaridad de su vida privada. El problema surge cuando se ha manoseado el concepto de ejemplaridad por intereses electorales; tarde o temprano la demagogia acaba pasando factura. 

Irene Montero y Pablo Iglesias tienen tanto derecho como cualquier otra pareja a fundar una familia y procurarse el mejor hogar que se puedan permitir. Dirigir un partido de izquierdas como Podemos no los inhabilita para firmar una hipoteca de 600.000 euros a 30 años vista para comprar una casa de lujo, con extenso jardín y piscina, a 40 kilómetros de Madrid. Para ejercer la política no es preciso hacer voto de pobreza; solo de honestidad.

Si la adquisición de esta dacha en Galapagar ha copado los titulares de prensa ha sido por la inconsistencia entre el discurso público de Podemos y los actos privados de sus máximos dirigentes. Baste recordar que Iglesias abominó de "la casta" y dijo abanderar "a los de abajo" frente a "los de arriba". Que en campaña electoral prometió seguir residiendo en Vallecas por juzgar "peligroso" que los políticos vivan "en chalets" y "no cojan el transporte público". Que afeó al ministro Luis de Guindos la compra de un apartamento valorado en 600.000 euros, presumiendo que lo hacía para "especular". O que se jactó de que Podemos era el único partido libre de sospecha porque no tenía deudas con los bancos.

"ASALTAR LOS CIELOS"

En su intento de "asaltar los cielos", los podemitas impugnaron un sistema partitocrático que se tambaleaba por los escándalos de corrupción y el injusto reparto de los costes de la crisis económica. Lograron en el 2015, en la incómoda compañía de Ciudadanos, quebrar el bipartidismo, pero el cielo deberá esperar. Los excesos verbales de entonces se vuelven ahora en contra de Iglesias, ante la desolación de algunos compañeros de partido, la perpejlidad de su electorado y el revanchista entusiasmo del 'establishment'.  Si naciste para martillo...