PECCATA MINUTA

¿No quieres caldo?

No sabemos cuántos votantes independentistas están encantados de que Torra sea la persona más adecuada para retomar las riendas de la autonomia catalana

El president Quim Torra durante la concentración a favor de los presos políticos, ayer, en la Plaça de la Catedral.

El president Quim Torra durante la concentración a favor de los presos políticos, ayer, en la Plaça de la Catedral. / periodico

Joan Ollé

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Imagino que en el independentismo, como en cualquier colectivo, hay enriquecedoras diferencias de matiz entre sus miembros. Tras la última y lúgubre investidura estamos viviendo unos días en los que no sabemos cuántos de sus dos millones de votantes están encantados de que el tal Torra, de quienes ya conocemos sus fétidas ocurrencias, sea la persona más adecuada para retomar las riendas de la autonomía -sí, autonomía- catalana. Y, visto y oído,  Ciudadanos y PSOE se han conjurado para forzar a Rajoy a endurecer drásticamente las amenazas a quien se pase un pelín. Habrá que ver si las primeras proclamas verbales y simbólicas de Torra ("fer república", visita al 'canciller' Puigdemont, a los presos...) solo son obligadas gesticulaciones hacia los quijotescos ensoñamientos de Junts per Catalunya (Consell de la República...) y agradecimiento a la CUP por su silencio, para luego ponerse a trabajar sensatamente. Me temo lo peor.

Inmediatamente después del 1-0 fueron muchas las voces del 'procés' -¿lágrimas de cocodrilo?- que confesaron ingenuamente no haber tenido en cuenta la correlación de fuerzas con España, señalando que el trabajo de futuro debía consistir en ensanchar el abanico de los partidarios de la independencia. Las elecciones autonómicas de diciembre convocadas por Rajoy, a las que concurrieron alegremente los no-unionistas,  vinieron a confirmar que, a pesar de los políticos que decidieron largarse espriuanamente 'Nord enllà' y los encarcelados preventivamente (situación que, por altamente desproporcionada no cesaré de denunciar), el independentismo seguía sin encandilar a la mitad más uno  de la población.

La ciudadanía clamaba, pero no Puigdemont, para que Catalunya recuperase su Ejecutivo: deshacerse del 155 y desencallar mil dosieres pudriéndose en las 'conselleries'. 'Habemus Papam': un hombre del sangriento 'Nosaltres Sols' del que, en su bibliografia tuitera, abundan mensajes inequívocamente supremacistas y xenófobos contra los que muchos medios de aquí (no todos) y de allá han lanzado sus temores. La pregunta es: "¿Servirá este 'si no quieres caldo, dos tazas' para ensanchar el citado abanico de los partidarios de la república, o algunos reflexionarán ante la magnitud del esperpento?

El actual y telepático Govern, prendado de las bondades judiciales europeas, conoce perfectamente que la UE condena y condenará unánimente cualquier intento secesionista en su territorio. Otra cosa es que  algunos de sus países de mayor tradición democrática pongan en entredicho que lo ocurrido aquí en octubre -a pesar de las recientes declaraciones del mudito Pedro Sánchez y las torpes euroordenes de Llarena-  fuera una sediciosa rebelión que tuviese que ser sofocada con alta violencia policial y 30 años de cárcel.