El tablero catalán
Ruido, furia y diarrea
No parece que entre los actores del escenario maloliente tras la investidura de Torra haya nadie dispuesto a callar
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
"¡Apágate, breve llama!", dice Shakespeare por boca de Macbeth, "la vida no es más que una sombra que camina, un pobre actor que en el escenario se pavonea y consume su momento, y entonces ya no se le oye nunca más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no tiene ningún sentido". Estas palabras vinieron a rescatarme en pleno debate de investidura, y más tarde, cuando muchos medios de Madrid -en un ejercicio de indecencia sin precedentes del periodismo en la democracia actual-, en lugar de dedicarse a informar, empezaron a opinar desde la noticia, tirando mierda sobre un presidente elegido democráticamente. Una mierda que emitía un hedor antiguo, y sin embargo muy parecida a la que había tirado antes él mismo, un articulista incendiario ahora doblado de presidente, y este combate de mierda y mierda enseguida encontró quien quería amplificarlo, ya fuera desde la palestra pública de un Parlamento, ya escribiendo artículos en la prensa de aquí o de fuera. Y muchos catalanes estábamos debajo, y no hay suficiente paraguas.
Entretanto el ruido y la furia no han parado de crecer, y no parece que entre los actores de este escenario maloliente haya nadie dispuesto a callar. Desde el PP se dice que no se puede gobernar solo para la mitad de la población -una demagogia que conocen demasiado bien- y responden a las propuestas de diálogo con un "¡dentro de la ley!" que suena a amenaza. En pleno alboroto, no es ningún secreto que muchos socialistas han aprovechado para hacer un 'reset' ideológico que les ha hecho virar hacia la derecha, y así Pedro Sánchez propone una reforma penal para adaptar el delito de rebelión a los tiempos actuales (en contradicción con el juez Llarena, por cierto). Hay días en que uno ya no sabe quién es del PSOE y quién de Ciudadanos, y el principal rasgo distintivo es que estos, mientras se sacuden de encima palabras como 'supremacista', o 'xenófobo', hacen cálculos de futuro y se alimentan del griterío y la crispación. Es allí donde hacen el nido, en el ruido y la furia de los demás.
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