Al contrataque

La 'marca Catalunya'

El mundo conoce ahora el fuste democrático de Torra, a quien el secesionismo ha puesto al frente de nuestra máxima institución política

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Antonio Franco

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Por mucho que nuestros políticos secesionistas nos digan que construyen la república catalana, hay contradicciones entre sus palabras y sus hechos. El sentido mismo de la palabra 'república' es contrario a una designación a dedo del presidente y sin debate previo. Torra llega al cargo así, por decisión personal de Puigdemont, aunque luego sus seguidores  -la ciencia política no los calificaría técnicamente de 'republicanos'- validasen formalmente el nombramiento. No ha sido una improvisación. Puigdemont llegó al poder del mismo modo, a través del dedo de Artur Mas, y este salió asimismo del índice extendido de Pujol. Nadie tuvo la oportunidad de debatir previamente en público la idoneidad de ninguno de ellos. Por eso esta vez nadie tuvo tampoco la oportunidad de recordar a tiempo el alcance rastrero del pensamiento que Torra había expresado en sus escritos.

La única matización ante esta designación a lo Louis XVI es que, además de no ser republicana, tampoco es catalana. España ha ido por la misma senda varias veces. Aznar utilizó el mismo procedimiento digital para imponer su voluntad y señalar a Rajoy como sucesor, y todo el PP está ahora a la espera de que este haga lo propio.

SOS Racisme merece mi respeto y considero que su condena de Torra daña gravemente a partir de ahora la 'marca Catalunya'. La opinión pública internacional sabía que la 'marca España' hacía aguas por nuestra baja calidad democrática. Este mismo miércoles, la sentencia de Bruselas volvió a dejar en ridículo la precisión de Llarena y la justicia que dicta el Tribunal Supremo. Pero el mundo conoce ahora asimismo el fuste democrático de quien el secesionismo catalán ha puesto al frente de nuestra máxima institución política. ¿Qué Torra ha pedido perdón? Primero: lo ha hecho por necesidad circunstancial (no existe el menor indicio de que pensase hacerlo sin su nombramiento). Segundo: no ha dicho que ahora piense lo contrario de lo que escribió. Tercero: limitarse pedir perdón no es suficiente para saldar según qué cuentas. En un caso como éste un hombre recto y sensible probablemente se habría autoexcluido de la posibilidad de representar institucionalmente a quienes ha insultado.

Todo lo anterior son opiniones porque lo importante y trascendental es que Catalunya ahora supere el 155 y el Govern respete las leyes y la sensibilidad de todas las personas y no solo la de sus votantes. La autoridad de Torra ofrece sin embargo otra duda. Si él no se considera plenamente presidente a todos los efectos (que ahí está la sombra de Puigdemont ) deja abierta la puerta a que otros ciudadanos -de su mismo pensamiento o del contrario- tampoco lo hagan. Y este cuadro no parece nada prometedor para el inicio de una legislatura.