ideas

Docuseries y neosensacionalismo

Sheela, fotografiada el viernes en el CCCB

Sheela, fotografiada el viernes en el CCCB / .43277886

Desireé de Fez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Docuseries y nuevo sensacionalismo… ¿O post-sensacionalismo? Me bajo en 'Un golpe maestro', la serie documental de Netflix sobre un repartidor de pizzas que atracó un banco de Pensilvania con una bomba al cuello. Creo que ya he cubierto el cupo de docuseries actuales, la mayoría originales de plataformas de VOD, sobre sucesos de la crónica negra de Estados Unidos. Encima me ha quedado un regusto desagradable.

Fan como soy del cine de terror y de los relatos criminales, no tardé en engancharme a propuestas como 'Making a Murderer' (Netflix), 'The Jinx' (HBO), 'The Keepers' (Netflix), 'Wild Wild Country' (Netflix) o la serie sobre el caso Pizza Bomber. Inspiradas en los 'true crime podcasts' e incluso contagiadas de las dinámicas de las 'creepypasta' (historias de horror que se extienden y mutan por internet), esas series documentales que recrean oscuros y misteriosos hechos reales son tremendamente adictivas.

Hay algo tramposo en su manera de gestionar la información y acercarse a sus protagonistas

Es complicado dejarlas a medias. En mi caso el desenganche ha sido progresivo. Primero pensé que, mejores o peores, centradas en casos más o menos potentes y, sobre todo, más o menos ingeniosas (porque el 75 % del éxito de estas series está en la picardía de sus responsables), todas eran prácticamente iguales. Su mecanismo era, sino idéntico, muy parecido. En ellas se utilizan recursos narrativos y formales de la ficción, sobre todo del thriller y del cine de terror, para generar suspense, perturbar y disparar las revelaciones. Tienen el mismo look y los mismos tics.

Luego empezó a inquietarme un poco la excesiva intromisión, en aras del suspense y la sorpresa, de los autores de esas series en la historia que contaban. Hay algo deshonesto, incluso tramposo, en su manera de gestionar la información, de acercarse a sus protagonistas, de maquear el relato, de forzar los giros y guardarse ases en la manga. Y, últimamente, razón por la que lo dejo, me ha inquietado ver cómo el agotamiento de la fórmula (que pide a gritos renovarse o morir) ha derivado en algo que no me puede interesar menos: simples documentales sensacionalistas y macabros engañosamente vestidos de modernidad.