División de fondo

La estrategia a seguir en el futuro inmediato enfrenta a las distintas fuerzas independentistas

La Mesa del Parlament reunida, el pasado abril.

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Oriol Bartomeus

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Este jueves por la tarde hemos sabido que Carles Puigdemont designaba a Quim Torra candidato "efectivo" a presidir la Generalitat, de manera que la mayoría independentista evitará unas nuevas elecciones. De todos modos, el probable acuerdo entre las fuerzas independentistas no borra las profundas diferencias entre ellas.

Desde la noche del 21-D se ha producido una pugna feroz en el mundo independentista entre tres concepciones, representadas genéricamente en las tres candidaturas que concurrieron a los comicios.

Hay una primera grieta que divide a aquellos que dan la república por proclamada y los que consideran que la votación del 27 de octubre fue un acto meramente simbólico. Para los primeros, se debe "desplegar" el nuevo Estado proclamado. Esto quiere decir que el Parlament es soberano para escoger al presidente y al Gobierno de la nueva república, sin atender a los requerimientos o las leyes españolas. Esta es la posición que defiende la CUP, y es minoritaria dentro del bloque.

El resto del independentismo entiende que Catalunya sigue formando parte de España, que el 'procés' ha hecho un gran camino pero no ha logrado su objetivo final, la independencia. Este grupo, ampliamente mayoritario dentro del independentismo, comparte la idea de que no se ha logrado acumular la fuerza suficiente para provocar la ruptura con España. A partir de ahí, no obstante, existe una clara división respecto a la estrategia a seguir en el futuro inmediato.

Dos facciones

Por un lado, está la facción que considera que la "ampliación de la base social" del independentismo se producirá mediante la normalización de la situación política del país. Los defensores de esta posición consideran que hace falta hallar una posición lo más cómoda posible dentro de España mientras dure el 'impasse' hasta la independencia. La idea es acumular fuerzas poco a poco, a la vez que se intenta desinflar la reacción de los no independentistas. Esta es la posición que defiende ERC y una parte del grupo de JxCat (los dirigentes del PDeCat, sobretodo).

La otra facción cree que Catalunya vive una situación de excepcionalidad que impide cualquier normalización política, considerada una renuncia frente a la ofensiva del Estado (y una traición al 1-O, a los presos y exiliados). La táctica de este grupo consiste en mantener la tensión, asumiendo  que cualquier relajación podría desmovilizar a la base independentista. Según esto, el independentismo solo podrá incrementar sus efectivos si mantiene la excepcionalidad, la pugna con el Estado.

Sin mayoría

Esta es una división de raíz sobre la estrategia. Las dos facciones comparten el objetivo y el diagnóstico (no como la minoría 'cupaire'), pero divergen completamente en el cómo. No es menor. El problema para el conjunto del independentismo es que ninguno de estos dos grupos cuenta con la mayoría del bloque, y tampoco tiene posibilidades de crear una mayoría alternativa en el Parlament. Lo más probable es que tengamos Govern pronto, pero eso no implica que se haya solucionado la división de fondo.