Más ambición europea tras el 'brexit'
La UE se prepara para tramitar sus primeros presupuestos sin el Reino Unido, con más dinero y más políticas
Carlos Carnicero Urabayen
Periodista.
Carlos Carnicero Urabayen
Es doloroso. La Unión Europea no será la misma sin los británicos. Pero la vida sigue. La UE debe funcionar mejor a partir de ahora precisamente para evitar otros 'brexit'. Y no es un secreto que casi nada es posible sin ambición ni suficiente dinero detrás. Estas son las grandes líneas con las que la UE pasa de la terapia a la acción y se prepara para tramitar sus primeros presupuestos sin el Reino Unido, con más dinero y más políticas.
El manotazo del 'brexit' no es sólo sentimental, sino que como casi todos los divorcios acarrea un componente económico: la salida británica generará un agujero anual de entre 12.000 y 15.000 millones de euros. La propuesta de la Comisión Europea aspira a que los Estados Miembros aumenten su contribución para poder financiar nuevas políticas; una señal adecuada para recordar a quienes aventuraron el fin de Europa tras el 'brexit' que estaban equivocados.
El presidente Juncker quiere un presupuesto para una “Europa que proteja, empodere y vele por la seguridad”. No es un eslogan casual. Muchos ciudadanos perciben a la Unión como un ente distante, una burbuja, posiblemente gris como el cielo bruselense, que lleva tiempo dictando recetas económicas sin sentir el pulso de unos ciudadanos zarandeados por la crisis y desconcertados por vertiginosos cambios en la sociedad.
Se prevén ligeros recortes en las ayudas a la agricultura y los fondos de cohesión, pero a cambio se invertirá más en políticas de investigación, innovación, juventud, economía digital y otras áreas relacionadas con la gestión de fronteras y la seguridad. Es buena señal que la Comisión Europea quiera doblar los recursos destinados a Erasmus, quizás la política que mejor representa el ideal europeo de armonía entre culturas distintas que hoy amenazan las fuerzas populistas en ascenso.
Deriva antidemocrática
La otra gran novedad es el mecanismo para condicionar la recepción de fondos al cumplimiento con el Estado de Derecho. La deriva antidemocrática en la Hungría de Orbán y la Polonia que pilota entre bambalinas Kaczyński exige respuestas. Por el día critican los valores europeos y erosionan las libertades públicas; de noche reciben ayudas europeas para abonar su populismo con obras públicas. Europa no puede lubricar la popularidad de estos caudillos que conspiran para deformarla o destruirla.
A partir de hoy comienza una formidable batalla en la que los Estados Miembros y el Parlamento Europeo deberán cuadrar los números sobre la base de la propuesta de la Comisión. No veremos a Margaret Thatcher al grito de “quiero que me devuelvan mi dinero”, pero hay buenos aprendices. Los líderes danés y holandés ya han alertado de que el presupuesto debe reducirse tras la salida británica y mantenerse en los raquíticos niveles actuales (entorno a 1% de la suma del PIB de todos los países de la UE, lo que equivale aproximadamente a un euro al día por habitante). Negar recursos suficientes y después criticar a Europa por su inacción es ayudar a destruirla.
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