El tablero catalán

El 'efecto Valls'

El golpe que sueña Rivera puede quedar neutralizado porque en Barcelona nunca han gustado los candidatos paracaidistas

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Eva Arderius

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Manuel Valls nació en Barcelona el agosto del 62. El año de la gran nevada, cuando Horta era todavía un lugar de veraneo y llegaban trenes llenos de inmigrantes a la Estació de França. Dejó la ciudad de pequeño y ahora está dispuesto a volver como candidato a la alcaldía por Ciutadans a una Barcelona que no tiene nada que ver con la Barcelona gris que dejó atrás hace años.

Todavía no es oficial, pero la candidatura de Valls ha provocado un giro de guion en la política municipal y en la convulsa política catalana. Ya ha hecho que se hable mucho de Barcelona, más por cuestiones electorales que por los temas de ciudad. De hecho nadie sabe qué piensa Manuel Valls del tranvía, de los carriles bici, de la difícil situación de Ciutat Meridiana, de los narcopisos del Raval o de los problemas de vivienda.

Un hombre de orden y mano dura

Esto no importa a Ciutadans, que ahora no gobierna en ningún consistorio y ve en su candidato una jugada maestra para hacerse con la alcaldía más importante. Albert Rivera parece tenerlo todo calculado. Las  municipales podrían coincidir con las europeas y Ciutadans ofrece un candidato europeísta, con ADN barcelonés y envuelto con la bandera española, exministro y exsocialista, un hombre de orden, mano dura y a quien no le tiembla el pulso. Todo está pensado para que aquella noche electoral, y sus correspondientes retransmisiones televisivas, salga a la perfección. Después veremos si se gobierna y cómo se hace.

Pero el 'efecto Valls' que sueña Rivera puede quedar neutralizado por el 'efecto Barcelona' a quien nunca le han gustado los candidatos paracaidistas. Barcelona es una ciudad orgullosa, se sabe suficientemente importante como para mirar con desconfianza los que pretenden gobernarla sin conocerla bien o los que la ven como un simple instrumento para llegar a otras destinaciones. Barcelona ha castigado a los que la han menospreciado. Solo los que han mostrado devoción por ella, la han entendido y se la han trabajado a consciencia han tenido premio.

La trinchera de la política municipal

Conseguirlo no es fácil y no imagino a Valls en la oposición, trabajando en el despacho, leyendo informes municipales, haciendo ruedas de prensa con poca prensa y visitas de obras sin cámaras. Este es el encanto y la trinchera de la política municipal, que siempre ha circulado por vía propia. Las interferencias de otros debates y las guerras de banderas nunca le han sentado bien a Barcelona y los acuerdos imposibles en otras instituciones, en el Ayuntamiento barcelonés a veces, milagrosamente, se producen. Perfiles como el de Valls pueden poner en riesgo este ecosistema, cada vez más delicado. Valls puede suponer más bloques, menos acuerdos y en definitiva menos Barcelona.

El exministro francés ya ha puesto en alerta a los actuales inquilinos de la plaza de Sant Jaume. Ada Colau ha levantado el tono y ha intensificado su agenda social, el PDECat y Esquerra han notado como aumenta la presión para una candidatura unitaria. Jordi Graupera, el aspirante que quiere beneficiarse de la unión de los independentistas, sonríe desde Nueva York y PSC Y PP buscan su lugar para no quedar desdibujados. Solo la CUP parece mantener cierta calma.

Veremos si Valls 'torna al Born', como dijo el otro día, y si vuelve para quedarse. La decisión está en manos de los electores, ellos decidirán si el viaje de París a Barcelona es solo de ida o también de vuelta.