LA CLAVE

Obediencia, al cabo

JxCat ceja en su irredentismo para poder recobrar el Govern, pero sin el aval de Puigdemont y de la CUP este viraje posibilista no evitará la repetición electoral

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont posa para los fotógrafos tras un encuentro con periodistas extranjeros, en Berlín.

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont posa para los fotógrafos tras un encuentro con periodistas extranjeros, en Berlín.

ENRIC HERNÀNDEZ

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Agotados sus planes tras celebrar el 1-O, la jerarquía independentista tuvo que improvisar una escapatoria: o se plegaba a la realidad y convocaba elecciones, o desafiaba al Estado con una mistificada y estéril proclamación de la República. Los líderes de ‘procés’ no quisieron decepcionar a sus fieles: eligieron la opción más traumática, para sí mismos y para toda Catalunya.

Tras el adelanto electoral, vía 155, el independentismo afrontó otra fatal disyuntiva: implementar el supuesto mandato del 1-O, erigiendo la nonata República con todas las consecuencias, o acatar el ‘diktat’ de Mariano Rajoy y concurrir a los comicios autonómicos. Esta vez optó por la alternativa más realista, si bien engrosó las listas con candidatos encarcelados y huidos a sabiendas de que, siendo legalmente elegibles, no podrían ejercer como diputados.

Tres meses dura ya la pugna entre el irredentismo de la CUP y Junts per Catalunya –tres investiduras frustradas— y el pragmatismo de ERC y el PDECat, que apremian a enterrar las gesticulaciones baldías y a formar un Govern efectivo. Solo ahora, ante el riesgo de unas inciertas elecciones, el entorno de Carles Puigdemont emite señales de arrepentimiento.

En enero, el periodista y diputado de JxCat Eduard Pujol clamaba contra el presidente del Parlament, Roger Torrent (ERC), por haber suspendido la investidura remota de Puigdemont, acatando la prohibición del Tribunal Constitucional: “¡La dignidad no está sujeta al TC!” Este viernes concedía, menos airado: "JxCat no forzará ninguna situación de desobediencia; alimentaría el conflicto en la mala dirección”. 

EL CESARISMO DE PUIGDEMONT

La disfrazarán de astucia o de paciencia, pero la nueva divisa del ‘procés’ es, al cabo, la obediencia: recobrar (y repartirse) la Generalitat sin regalar más pretextos al Estado para represaliar judicialmente a quienes osaron echarle un pulso.

Pero aún quedan dos escollos por salvar: el cesarismo de Puigdemont y la pulsión insurreccional de la CUP: sin su abstención en una investidura autonomista, el viraje posibilista del ‘procés’ habrá quedado en nada. Y el 15 de julio, elecciones.