ANÁLISIS

Arcadas

Si un tribunal concluye que la relación sexual no fue consentida, ¿Cómo puede ser entonces que no reconozca que fue violación? La razón no es otra que la costra del machismo en la judicatura

Manifestacion en Barcelona contra sentencia de La Manada.

Manifestacion en Barcelona contra sentencia de La Manada. / .43088934

Olga Grau

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La sentencia de la manada provoca arcadas. Debo confesar que después de leer sus 371 páginas se me hizo un nudo en el estómago y se instaló en mí una poderosa inquietud y desasosiego. El nivel de detalle forense con el que se describe todo lo que una niña de 18 años recién cumplidos tuvo que soportar es desgarrador para cualquiera con un mínimo de humanidad.

Fue engañada un día de fiesta para entrar en un portal, conducida al fondo de un pasillo lúgubre donde en un espacio de 2,5 metros fue acorralada por cinco hombres corpulentos que la penetraron anal y vaginalmente por turnos y sin protección mientras jaleaban y la grababan en móvil para fardar con sus amigos. La obligaron a practicar felaciones y finalmente le robaron el móvil y la abandonaron.

La lectura de la sentencia da una idea del calvario que habrá supuesto para la víctima el interrogatorio de los jueces. ¿Dijo usted que no quería? ¿Por qué no intentó defenderse? ¿Sintió dolor? ¿Quería usted practicar una orgía? La muchacha declaró que se dejó ir, que no hizo nada. Y que no intentó defenderse. Y no recuerda si le hicieron daño porque no sentía nada.

El tribunal ha considerado que si no intentó defenderse es que no hubo violencia; si no recuerda dolor físico y no presenta heridas sustanciales, es que no hubo violencia; que si no hizo nada para huir de la trampa es que no se produjo intimidación ni violencia. Y para el código penal español, si no hay violencia probada o intimidación, no hay violación. El problema puede que sea el código penal, pero sobre todo radica en la interpretación del mismo por parte de los jueces. La sentencia reza: “Rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, la denunciante sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera”.

La superioridad física de cinco hombres corpulentos abalanzándose como depredadores sobre una joven en un entorno en el que ellos tienen el control es un acto de intimidación, no hace falta que la amenacen con un cuchillo. Y la penetración no consentida es una forma clara de violencia contra una mujer, sin que sea necesario que medien heridas. Si un tribunal concluye que la relación no fue consentida, ¿Cómo puede ser entonces que no reconozca que fue violación?

La razón no es otra que la costra del machismo en la judicatura. Los jueces y juezas (sí, no por ser mujer se es feminista) no incorporan la perspectiva de género cuando se trata de víctimas de trata de blanca o de agresiones sexuales. Los cuadros psicológicos en estos casos siempre son parecidos: aparecen lagunas en la memoria, sufren estados de shock en el momento de la agresión, se produce alteración de las declaraciones por olvidos o confusiones. Y todo esto lleva, ley en mano, a que el tribunal exculpe al agresor cuya declaración no varía nunca y siempre es firme. A ellas no las creen, a ellos sí. Sin perspectiva de género, no hay justicia. Y entran ganas de vomitar.