Opinión | IDEAS

Miqui Otero

Escritor

MIQUI OTERO

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Salinger en Las Gaunas

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Decía Gene Hackman en 'La noche se mueve' que ver una película de la 'nouvelle vague' era como contemplar cómo crece una planta. O cómo se seca la pintura de una pared. Lo mismo sucede con presenciar cómo se escribe una novela y, aun así, se estrenan películas sobre novelistas.

De esto ya se mofaron los Monty Python en un gag memorable, 'Novel Writing'. Allí se narraba, con la euforia trompetera de carrusel deportivo y gol en Las Gaunas, cómo Thomas Hardy se disponía a escribir 'El regreso del nativo': "¡Y allá va! Camina hacia el escritorio, parece seguro de sí mismo. El público guarda silencio: se sienta, con los hombros relajados, sostiene la pluma con elegancia pero firmeza en la mano derecha, la moja en la tinta y… (el locutor se viene arriba) ¡Arranca! Es la primera palabra, pero no es una palabra… ¡es un garabato! ¡Qué inicio más decepcionante!".

A veces el libro es mejor que la película, pero no es fácil hacer una película sobre el tipo que lo escribe

Tres son las películas sobre escritores que he podido disfrutar estos días. Filmin ha estrenado un documental sobre Roberto Bolaño; Netflix ha liberado 'El último tour', recreación de la gira de promoción de David Foster Wallace con 'La broma infinita' y el Festival Internacional de cine de Barcelona-Sant Jordi ha proyectado 'Rebelde entre el centeno', que explora la vida de Salinger y la creación de su gran novela. Filmes sobre tres escritores envueltos en leyendas dispares pero sólidas, con una entrega monomaniaca por sus obras y con enorme culto de lectores (en parte hechizados por su misterio casi mítico). A modo de ejemplo, Salinger, ese que un día dijo que le gustaban los libros que, al cerrarlos, le daban ganas de poder llamar a su autor, pero que renunció a publicar y se aisló en un búnker para escribir durante años y años, páginas y páginas.

Cuando se estrena un 'biopic' o documental sobre un atleta, las películas vuelan con montajes musicales del tipo en cuestión subiendo escaleras hacia el olimpo, trotando por bosques violentos, nadando contra olas picadas, encajando la ovación del público. Dijo Ali que boxear era como escribir, o escribir como boxear, pero el caso es que una peli costumbrista sobre un autor nos lo mostraría viajando furtivamente a la nevera para contemplarla como 'Rain Man' las lavadoras de color, abriendo y cerrando el Word y conversando con el dibujito del clip, preguntándose si debería cambiarse el pijama antes de encadenar otra noche.

Es cierto que a veces el libro es mejor que la película (si el libro en el que se basa es bueno), pero también lo es que no es fácil hacer una película sobre el tipo que lo escribe. A mí me interesan siempre, como les gustan las series de juicios a los abogados: para detectarse gremialmente en ellas y para decir que exageran. Pero el heroísmo de un autor, sea grandioso o discretito, está en su obra y no en la escritura de la misma. También en lograr que no se le vaya el día sin bajar a por leche o a por tabaco antes de que cierren el estanco. Oh, son las ocho, ya voy tarde y sigo en zapatillas.