Políticos de tercera

Si uno se deja caer estos días por Madrid y echa un vistazo a los representantes públicos, corre el riesgo de barajar el exilio como una alternativa deseable

Cristina Cifuentes, el pasado jueves en la Asamblea de Madrid.

Cristina Cifuentes, el pasado jueves en la Asamblea de Madrid. / .42993880

Cristina Pardo

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Si uno se deja caer estos días por Madrid y echa un vistazo a nuestros representantes políticos, corre el riesgo de barajar el exilio como una alternativa francamente deseable. Vamos a situar nuestro punto de referencia en el delirante momento en el que Cristina Cifuentes renuncia a un máster que en realidad nunca existió, con tal de no renunciar a su poltrona, a pesar de que esa sería la única solución digna para una dirigente política que ha mentido de manera tan descarada. La presidenta de la Comunidad de Madrid estaba acorralada por su propia estrategia mentirosa. Cifuentes, que siempre fue una cosa y aparentó otra, se dejaba ver por la Asamblea rodeada de siniestros agentes que trataron de impedir a los periodistas realizar su trabajo. Según el PP autonómico, la prensa estaba "persiguiendo" a la lideresa. Se acabaron las preguntas, venían a decir, que es algo muy socorrido cuando la imaginación ya no te da para más respuestas. Que saque el trabajo de fin de máster y se deje de victimismos. Paralelamente, el PP nacional estaba intentando frenar el apoyo de Ciudadanos (oportunista, como casi todo lo suyo) a la moción de censura de los socialistas en Madrid.

Y en esa tesitura nos encontrábamos, cuando de pronto trasciende que el líder del PSM, el señor Francole había ofrecido un puesto a la actual alcaldesa de la capitalManuela Carmena. Se trata de un movimiento cuando menos patético. No porque ella no lo valga, sino porque parece querer decir que Franco no encuentra a nadie en su partido capaz de ganar el ayuntamiento. En Ferraz negaron estar al tanto de este movimiento; algo que -imaginamos- pretendía ser exculpatorio, pero que es directamente para echarlos a todos.

Como el rosario de la aurora

En este punto, en el que verán que éramos pocos, apareció Podemos. No sé cómo lo hace, pero Íñigo Errejón siempre termina como el rosario de la aurora. Es evidente que era un buen candidato para la Comunidad de Madrid. Él lo sabía y por eso jugó fuerte para imponerse a la dirección y celebrar unas primarias que le garantizaran el control de su lista. Y de pronto, misteriosamente, a la que iba a ser su número dos, Carolina Bescansa, en un supuesto descuido, se le escapa un documento de trabajo con toda una hoja de ruta para cargarse a Pablo Iglesias del liderazgo del partido. En cuestión de horas, Errejón fue despreciado por Iglesias, perdió el control total de la lista y se va a tener que comer a Ramón Espinar.

Y cuando estaba toda la oposición a Cifuentes perdiendo sangre a chorros, llega ella y decide llevar a la fiscalía una denuncia por corrupción contra Esperanza Aguirre. En Génova estaban estupefactos. En el peor momento de PSOE y Podemos, se desviaba otra vez la atención hacia el PP. Y esto en el marco de una estrategia personalista de Cifuentes: llevarse por delante lo que haga falta, con tal de salvarse políticamente. En este ambiente, es inevitable preguntarse si toda esta gente piensa en algo más, aparte de en ellos mismos. La respuesta es no.