Peccata minuta

Preguntas frecuentes

A un servidor le resultó particularmente friqui que el presunto debate sobre si TV-3 adoctrina se celebrase en el marco del programa más 'pata negra' del republicanismo televisivo catalán

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Joan Ollé

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El pasado sábado 'Preguntes Freqüents', programa de la productora El Terrat de Andreu Buenafuente que emite TV-3  y presenta Laura Rosel, rizó el rizo y dedicó un ratito de las tres horas largas que dura la emisión a dirimir si la tele que pagamos entre todos adoctrina o no, si es de todos o solo de unos cuantos. La fiscalía la encarnó Víctor Amela y la defensa -¿cómo no?- Toni Soler, que actualmente produce, dirige o presenta dos programas, dos, en Sant Joan Despí. Amela, critico televisivo de 'La Vanguardia', actuó como fino estilista florentino:  vino a decir, siempre de buen rollete, que nuestra tele pública no estaba mal pero podría estar mejor y representar a un mayor porcentaje de la audiencia autóctona. Naturalmente, brotó el tema de la comparación con TVE: “Si yo mal, tú peor”, lema que no es, precisamente, una invitación a la excelencia.

A un servidor le resultó particularmente friqui que el presunto debate se celebrase en el marco del programa más 'pata negra' del republicanismo televisivo catalán. Si ponemos en uno de los platillos de la balanza  a los colaboradores habituales e invitados (catalanes, vascos, europeos, jueces y abogados que disienten con Llarena, periodistas madrileños/as con lazo amarillo, presididos por la 'reina madre' Rahola -que no contenta con predicar de lunes a viernes en 'Tot es mou', programa de la misma cadena, se reserva lo mejor de sí misma para la proclama sabatina- el desequilibrio resulta casi coreano, del norte. La dirección del programa no cesa de pregonar que se invita a todo el mundo, pero algunos no quieren ir. ¿Por qué será? ¿Para no servir de excusa, como confió Felipe González a Évole en 'Salvados'?

Otra curiosidad de '“Preguntes Freqüents' es su muy peculiar público en directo. Debo confesarles que más que ver el programa, lo vigilo, y puedo asegurarles que el 100% de las veces que el respetable ha prorrumpido en espontáneos aplausos -siempre encendidamente 'pavlovianos' después de los calculadísimos crescendos operísticos de doña Pilar- ha sido para premiar la oratoria 'indepe'. Durante la emisión de la que les hablo, se llegó a la gota que colma el vaso cuando una espectadora de pelo blanco gritó “¡facha!” a Jordi Cañas, incauto 'ciudadano' que aceptó la cita. Por más que la presentadora le pidiese disculpas una y mil veces tanto en nombre propio como desde la dirección de TV-3 -que Cañas aceptó elegantemente- la espontánea no fue invitada a abandonar el plató: jugaba en casa.

Y, como guinda del pastel, la artillería de mensajitos que envía la fiel audiencia desde sus móviles, reproducidos en pantalla, en cuya selección también todo deseo de imparcialidad brilla por su ausencia. Algunos de ellos celebraron aquella noche la proeza de la insultante heroína.