EL GOBIERNO DE BCN
La revolución del Upper
Los vecinos de barrios con rentas altas, al menos los que se manifiestan públicamente, parecen estar muy enfadados con Ada Colau
Me gusta leer las cartas al director de los periódicos. Son una buena fuente de información periodística y como decían en la facultad, sirven para tomar el pulso a las preocupaciones ciudadanas. Últimamente estoy enganchada a un tipo de cartas: van dirigidas al gobierno municipal de Barcelona y las escriben mayoritariamente vecinos de barrios con rentas altas. Lo que, haciendo un símil con Nueva York, se conoce como el Upper.
El Upper, al menos el que se manifiesta públicamente, parece estar muy enfadado con Ada Colau. No sé si es porque creen que la alcaldesa actúa con prejuicios y va en su contra, porque simplemente sienten que este no es su gobierno o porque piensan que las normas se tendrían que aplicar solo de Diagonal para abajo. A los quejosos del Upper no les gustan los nuevos carriles bici de Ganduxer y Turó Parc. Dicen que no los utiliza nadie y que les complica el acceso a su parking. No les gusta tampoco la prueba piloto de recogida de residuos puerta a puerta que se está haciendo en Sarrià y hablan incluso de “la dictadura de la basura”.
Motos en las aceras
Tampoco les gusta que se aplique la norma que prohíbe aparcar las motos en las aceras, justamente el autor de una carta cuenta que hace años que la deja en la puerta de su casa y en la puerta de la oficina, y quiere seguir haciéndolo. “La moto ahorra muchos atascos de tráfico”, añade esperando un agradecimiento municipal. Algunos tampoco quieren el tranvía por la Diagonal porque prefieren poder seguir circulando por allí con su coche y otros no están de acuerdo con la prohibición de perros en Turó Park y ya advierten que desobedecerán.
Está bien ser crítico, pero siempre que se mire más allá de nuestro ombligo
Todas estas reivindicaciones recuerdan el 'estilo Aznar' cuando, en el 2007, cuestionaba las campañas contra el alcoholismo de la DGT con aquel “quién te ha dicho a ti las copas que yo tengo que beber”. En el caso de las cartas sobre la ciudad de Barcelona, lo que cuestionan sus autores es que el Ayuntamiento les diga por dónde se tiene que circular, dónde tienen que aparcar la moto, dónde tienen que pasear sus perros y qué día tienen que bajar la basura.
Algunas de estas quejas, individualistas y poco empáticas, tienen el mismo tono que se podría utilizar para quejarse del servicio. Del mal servicio. Pero el caso es que los trabajadores públicos no llevan cofia. Un ayuntamiento no sirve, un ayuntamiento gobierna, con más o menos aciertos. Pagar todos los impuestos del mundo no da derecho a ensuciar, contaminar y dejar nuestro propio rastro personal pensando que alguien ya limpiará y arreglará lo que nosotros hemos estropeado.
Si miramos atrás, veremos que hemos cambiado muchas costumbres que antes eran habituales. Ya no tiramos los papeles al suelo, reciclamos y no fumamos en los locales públicos. Aceptarlo no ha sido ningún drama y el balance es positivo. Vivir en sociedad implica esto, cambiar el yo por el nosotros, adaptarse, responsabilizarse y renunciar a algunas cosas. Caminar un poco más para aparcar la moto, generar menos basura y prescindir del coche para evitar unos índices de contaminación con efectos letales demostrados.
Está bien ser crítico, pero siempre que se mire más allá de nuestro ombligo. No creo que los carriles bici, el tranvía o las normas de aparcamiento y recogida de basura se hayan inventado para amargar la vida a nadie. De verdad, no es nada personal.
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