VENTANA DE SOCORRO

Creerse especial

Si hay un oficio en el que la sencillez y la modestia son cruciales, es la política, pero qué pocos con esas cualidades hacen carrera

Cristina Cifuentes, en el Pleno de la Asamblea de Madrid, este jueves.

Cristina Cifuentes, en el Pleno de la Asamblea de Madrid, este jueves. / periodico

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Para ganarse la vida, el actor o la actriz tiene que gustar. Es por lo tanto fácil caer en el vicio de agradar a todos. Sin embargo, también debe aprender que, como ser humano, depender de la aprobación ajena para sentirse bien es caer en una esclavitud, una condena a la neurosis y la frustración casi permanentes. El actor o la actriz deben aprender pronto que la profesión es una cosa, la persona otra y el personaje, una tercera. En un gremio expuesto cotidianamente tanto al halago como al rechazo, confundir las tres caras puede llevar al desastre ya sea personal o profesional.

Lo mismo ocurre con los que ejercen la política. El político por definición debe de agradar a los compañeros para ser aupado; a los periodistas para aparecer de manera benevolente ante el público; al público para conseguir votos. Pero el individuo que ejerce la política es a la vez persona, político y, en ocasiones, cargo. Cuando se confunden unos aspectos con otros es cuando se corre más riesgo de pegar patinazos. 

El cargo y la persona

Cierto es que abundan en la política quienes se creen el cargo que ocupan. Es decir, confunden la imagen pública que proyectan con su identidad real como personas. Es lo más difícil de la política en los niveles altos: mantener la distancia entre quien uno es humanamente y lo que uno representa políticamente. La dignidad del cargocargo es una cosa y la dignidad de la persona que lo ocupa otra.

A veces mirando a la señora Cifuentes tengo la sensación de que ha traspasado con demasiada facilidad esos límites. Se ha pensado que el cargo era ella, ha confundido su personaje con su persona hasta amalgamar su identidad más elemental con la del puesto. Creerte que eres especial, mejor que los otros porque tienes un puesto alto es tentador, pero también idiota.

La política te deja fácilmente en la estacada, como han comprobado ya no pocos presidentes autonómicos procesados. Entonces, te miras al espejo y te ves la misma cara de bobo que cualquiera. Pero ya es demasiado tarde. Si hay un oficio en el que la sencillez y la modestia son cruciales, es la política, pero qué pocos con esas cualidades hacen carrera.