Y los presos en Madrid, ¿qué?

El juez Llarena ha sido un peón importante del Gobierno y Rajoy y su gente querían sangre

El juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena.

El juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena. / periodico

Jesús López-Medel

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La decisión de la justicia alemana sobre Puigdemont y después la de Bélgica y Suiza (y pronto Gran Bretaña) ponen de relieve muchos aspectos. Así, las esperanzas de los unionistas de que como el país germano esta gobernado mayoritariamente por la derecha, Merkel iba a a hacer posible la orden de entrega.

No saben que en otros países existe la división de poderes y que no hay la intromisión e influencia del Gobierno sobre los tribunales que aquí es inmensa y obscena (¿alguien cree que que el asunto cayera en manos de la jueza Lamela o de Llanera fue casual?).

Otra cuestión es la gran pérdida de credibilidad internacional de España. Era un debate de un tribunal español frente al de otros países. Pues bien, el relato fáctico, aún dado por bueno y que para mí es una fabulación, ha sido valorado jurídicamente de modo muy diferente, lo cual deriva de unos valores universales de entender qué es el Derecho... y que en España se han perdido.

Y mientras que el 'jefe de la banda', (si se me permite la expresión) o máximo líder de la supuesta revuelta y otros relevantes 'revolucionarios' como consejeros quedan libres, ¿alguien puede explicar por qué siguen en prisión otros actores más secundarios?

Entender qué esta sucediendo solo es posible desde la abundante violación de derechos y libertades allí, con pretensiones judiciales preconcebidas y, a partir de ahí, construyendo los hechos y que con un retorcimiento grande de la ley, han producido el disparate judicial de criminalizar unos pensamientos (no solo independentistas, sino también simplemente catalanistas).

Han querido hacer ver lo que jurídicamente solo su imaginación ve (el inexistente delito de rebelión) para justificar una acción indscriminada que ahora 'mejora' la jueza Lamela atribuyéndole a Trapero (luego lo extenderá a otros) el imaginario delito de "organización criminal".

Despropósito y crueldad

Esa caza colectiva, el apresamiento de numerosas personas aquí,  tras la resolución de un tribunal alemán, queda más que cuestionado. Llarena ha sido un peón importante del Gobierno y Rajoy y su gente querían sangre. El despropósito y crueldad de encarcelar (ya llevan varios meses) a unas personas por sus ideas (y también por sus errores y disparates, aunque estos no son delito), no puede seguir.

Estando en libertad por resolución judicial Puigdemont y otros consejeros en países democráticos donde la separación de poderes existe de verdad (en España nadie cree en ello), el mantenimiento de la prisión en Madrid de actores secundarios solo tiene un nombre: ensañamiento o contumacia deliberada en el error.

Algunos de ellos fueron inducidos a pensar que, si suavizaban ante el juez sus ideas políticas, podrían quedar en libertad. Fueron engañados. Otros pensaban que su estado de salud maltrecho inspiraría algo de clemencia; pues no. Otros estimaban que haber sido elegido por el pueblo (esto se llama principio democrático) podría hacer pensar al juez que debía posibilitar el cumplimiento de sus funciones, y tampoco.