Fiesta del libro

Se acerca Sant Jordi

Hasta hoy a nadie se le había ocurrido pensar en las vulgares necesidades de los escritores

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CARE SANTOS

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Se sabe que Sant Jordi está cerca porque se habla de ello más allá de los despachos de los editores (donde se habla de Sant Jordi todo el año). Trae tradiciones y novedades. Este año, dicen en Òmnium, la rosa debe ser amarilla. Floristas y productores se llevan las manos a la cabeza: aquí no se crían rosas amarillas, perderán el trabajo de meses. Propongo: ¿acaso un lazo amarillo acompañando la rosa roja de siempre también sirva?

Este año toca también boicot al Grupo Planeta. En las redes hay listas interminables de los sellos editoriales que no debes comprar si eres un buen 'indepe'. Es necesario recordar que en las editoriales del grupo Planeta, como en cualquier otro sitio, hay 'indepes' y no 'indepes', mucha gente, y que ninguno de ellos es responsable de lo que dice su jefe, por mucho que estén de acuerdo con él o completamente en contra. Esto del boicot a Planeta me suena como las explicaciones de quienes piratean libros: que sufran los poderosos. ¿No saben que los poderosos casi nunca sufren y que por el camino hay un montón de gente que cobra un suelo normal tirando a justito que podrían perder su trabajo?

También vienen alegrías: el Ayuntamiento ha recuperado el desayuno de escritores que antes se celebraba en el Hotel Regina y que ahora será -¡viva!- en el Palau de la Virreina. Confieso que uno de mis mayores placeres de Sant Jordi es llegar al centro temprano, cuando todo está aún a medio montar, y encontrarme con los colegas en ese lío al que llaman desayuno.

 Por último, una novedad curiosa y agradable. Tras el desayuno, la Virreina se convertirá en una zona «para que los escritores descansen». Tengo curiosidad: ¿cómo será? ¿Habrá sofás? ¿Almohadas? ¿Masajistas? Aunque lo que de verdad me emociona es que alguien nos haya tenido en cuenta. Porque el día de Sant Jordi es maravilloso, el mejor del año, pero es extenuante. Y hasta hoy a nadie se le había ocurrido pensar en las vulgares necesidades de los escritores, tan vulgares como hacer un pipí o reposar 30 segundos.