ANÁLISIS

Tenemos que hablar de Suárez

Luis Suárez remata ante Siovas.

Luis Suárez remata ante Siovas. / periodico

Jordi Puntí

Jordi Puntí

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Tenemos que hablar de Luis Suárez. En realidad, después del partido de este sábado, como siempre, primero tendríamos que hablar de Messi, que con sus dos goles definió una primera parte de juego rápido, y luego, en la segunda, nos devolvió la tranquilidad completando su 'hat-trick' con un gol de pillo. Pero hoy es también un buen día para fijarnos en Suárez. Parecería más fácil hablar del 'nueve' del Barça en uno de esos días en que deja un par de goles y asistencias, cuando él y Messi son Lennon McCartney, pero también vale hablar de Suárez cuando no ve portería. Porque si este Barça de Valverde se ha vuelto más regular, con menos altibajos y con menos errores -con más apetencia a la tranquilidad de la madurez, digamos-, Luis Suárez sigue manteniendo un juego volcánico, de una intensidad única.

Suárez es la  válvula de escape del equipo, la espita por donde sale todo el vapor cuando el juego del Barça está en plena combustión. En el partido de ayer, por ejemplo, ya en el tiempo de descuento, el portero del Leganés fue a despejar una jugada con el pie y, a pocos metros, Suárez metió la cabeza por si tocaba el balón y conseguía desviarlo. Las posibilidades de éxito eran escasas, pero él lo hizo por si acaso. Esta dedicación al límite es su gran baza, y con menos éxito hablaríamos de un delantero esforzado, correoso, pero es que en su caso esto es tan solo una actitud natural. Luego viene lo otro.

Con ganas de marcha

Lo otro es que en el partido contra el Leganés, por ejemplo, Suárez despejó los mejores balones de cabeza, en tareas defensivas. En la delantera, presionó incansablemente, de un lado para otro. En la primera parte intentó un remate imposible, de espaldas a la portería y dándose la vuelta, que estuvo a punto de convertirlo en algo maravilloso. En el pasado le hemos visto hacer goles inverosímiles, remates de una complejidad asombrosa, y como un contrapunto también le hemos visto fallar algunos goles cantados. Contra el Leganés, también, Messi le dio una buena asistencia para ser gol, pero Suárez la envió al cuerpo del portero.

Toda la tensión de la primera parte se volvió estéril cuando el equipo bajó el ritmo. Suárez parecía sentirse incómodo. No le sirven las medias tintas, y en este tramo final de la temporada, cuando haya que añadir una marcha más al juego del equipo, su presencia será esencial. El miércoles, frente al Roma, consiguió su primer gol en 11 partidos de Champions. Yo le auguro varios más hasta el final: llega la hora de la descarga, cuando la orquesta se calienta y el rimo del swing se acelera, y a Suárez se le notan las ganas de bailar.