LA CLAVE

Banalizar la violencia

En sus respectivas narrativas, el juez Llarena y los propagandistas del 'procés' tienden a trivializar los riesgos que amenazan la convivencia

Corte en la AP-7 en Figueres por parte de los CDR.

Corte en la AP-7 en Figueres por parte de los CDR. / XAVIER PI / ACN

ENRIC HERNÀNDEZ

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Mucho se ha comentado el varapalo que la justicia alemana ha propinado a Pablo Llarena al desechar el cargo de rebelión contra Carles Puigdemont. Menos atención se ha prestado a otro auto, no menos relevante, que pone en tela de juicio la instrucción del juez del Supremo: el procesamiento en la Audiencia Nacional del exmayor Josep Lluís Trapero Josep Lluís Trapero y la antigua cúpula de Interior por sedición y organización criminal, pero no por rebelión.

Como el tribunal germano, la jueza Carmen Lamela no aprecia que los preparativos del 1-O se acompañasen de violencia, o al menos no en grado suficiente para sustentar una causa por rebelión. Fabulosa paradoja: la justicia culpa al Govern cesado de haber liderado un alzamiento violento pero excluye del mismo a los Mossos, su cuerpo armado.

Equiparar el ejercicio de la fuerza y la (supuesta) amenaza de ejercerla, dudosa pirueta jurídica de Llarena, supone banalizar la violencia y facilitar así su real aparición. Como tachar de violencia de Estado la estopa que la Policía repartió el 1-O, siendo esta intolerable, y al tiempo obviar la mutilación a manos de los Mossos de manifestantes como Ester Quintana.

Cierto que, según testificó la policía catalanaCarles Puigdemont despreció sus advertencias sobre el riesgo de altercados el 1-O. Pero de ahí a culparle de los excesos policiales, convirtiendo a víctimas en victimarios, media un abismo al que el tribunal de Schleswig-Holstein no ha querido asomarse.

EL ‘JI-JI JA-JA’

Pese a algunos episodios afortunadamente aislados, tampoco es de recibo asociar a todos los CDR con la ‘kale borroka’, como hacen algunos para ahormar su frágil narrativa sobre la violencia. Cortar carreteras es un incordio para muchos y asaltar peajes, un ataque a la propiedad privada, pero no terrorismo de baja intensidad.

Otra cuestión es que, como alertó el jefe de los Mossos a Roger TorrentRoger Torrent, presidente del Parlament, la naturaleza desjerarquizada de los CDR pueda propiciar, en efecto, brotes violentos. Amenaza que el propagandismo procesista, tan dado al ‘ji-ji’ ‘ja-ja’, no debería trivializar. Con la convivencia en juego no cabe bajar la guardia.