Prisioneros de la ideología

Parte del independentismo no acepta la realidad y no se pueden descartar nuevas elecciones

Toni Comín, Carles Puigdemont y Meritxell Serret, el pasado diciembre, en Bruselas.

Toni Comín, Carles Puigdemont y Meritxell Serret, el pasado diciembre, en Bruselas. / periodico

Joan Tapia

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El independentismo tiene un grave problema que en el pasado ha liquidado a otros movimientos políticos: la ideología -la creencia en la bondad casi sobrenatural del Estado propio- le impide ver la realidad.

Proclamaron la independencia el 27-0 pero ni la intentaron llevar a la práctica. Por falta de fuerza, de convicción, por no querer arrostrar los costes, por haber prometido lo que sabían imposible… o por lo que sea. Y ahora, seis meses después, se encuentran fuera del Govern, con una autonomía intervenida, una vida ciudadana no normalizada, pero tampoco muy alterada y con los dirigentes que hicieron la fatal apuesta en el exilio de Bruselas (Toni ComínMeritxell Serret y Lluís Puig), Gran Bretaña (Clara Ponsatí) o Suiza (Marta Rovira), o en una cárcel alemana con riesgo de extradición a España (Carles Puigdemont), o  -la mayoría- en prisión provisional dictada por el poder judicial español (Oriol JunquerasJoaquim FornJordi SànchezJordi CuixartJosep RullRaül RomevaDolors BassaCarme Forcadell y el candidato no electo Jordi Turull).

Entre la gloriosa independencia y la humillante cárcel… Pero una parte del independentismo se niega a admitir y gestionar la cruda realidad, e incluso proclama (Elisenda Paluzie, nueva presidenta de la ANC): "La situación de bloqueo institucional nos favorece a nosotros y perjudica al Estado”. Vuelven a confundir al Estado español, socio relevante de la eurozona, con la vida política de Mariano Rajoy. Y no quieren reconocer que Cs es el partido que más ha crecido en Catalunya.

Pero el independentismo está ahí. El 47% y una ley electoral no proporcional le ha permitido conservar la mayoría absoluta. En estas condiciones -salvados por la campana- es de cajón que la prioridad secesionista debería ser elegir 'president', formar Gobierno con un programa ejecutable y, como repitió Pere Aragonès, colaborador de Junqueras y nueva estrella de ERC, hablar con Rajoy y con Madrid, intentar -será difícil- sacar el conflicto de la jurisdicción penal y volver a inspirar algo de confianza en el no 47%, el resto de España y en Europa. Solo así el secesionismo podrá tener un futuro normalizado. Y así lo ven ERC, el PDECat y Òmnium Cultural, creado en la resistencia catalanista al franquismo y con su presidente en Soto del Real. E incluso Artur MasArtur Mas, el gran responsable de la deriva maximalista cuando en el 2016 se rindió a la CUP y puso a Puigdemont.

Luchas intestinas

Pero el secesionismo está inmovilizado porque los 15 o 20 diputados puigdemontistas de JxCat apuestan por la confrontación con el Estado, creen que cuanto peor, mejor, y no descartan ir a nuevas elecciones. Y los pragmáticos no logran convencer a los 'románticos' ni tienen tampoco arrestos para divorciarse y buscar nuevos socios, lo que tampoco les sería fácil tras las insidias lanzadas contra Joan Coscubiela y Miquel Iceta. Conclusión: el independentismo está atrapado en su ideologismo y en las luchas intestinas que acarrea y no se puede descartar que el próximo 22 de mayo se convoquen nuevas elecciones.