LA RENOVACIÓN DE UN PARTIDO HISTÓRICO
La 'generación selfi' del PSOE
Los actuales dirigentes socialistas no muestran solidez intelectual para afrontar una época radicalmente nueva
Carlos Carnicero Urabayen
Periodista.
Carlos Carnicero Urabayen
Comida en Madrid con veteranos periodistas, diplomáticos e influyentes socialistas que en el pasado tuvieron recorrido internacional. Ninguno sabíamos quién es el responsable de asuntos internacionales del PSOE. Es clamorosa la falta de visibilidad del equipo de Pedro Sánchez, que ha preferido rodearse de fieles, la mayoría anónimos, a costa de no poder ser una referencia para la sociedad en innumerables temas.
La irrelevancia del PSOE en el debate público sería inaudita si no fuera porque nos hemos acostumbrado a ella. Se suceden las olas de indignación: jóvenes, mujeres, mayores. En ninguna de ellas ha sido clave la acción de este partido, que se considera a sí mismo la alternativa natural de izquierdas a un Gobierno conservador agotado. En el pasado bipartidista la estrategia de aguantar sin innovar podía funcionar. Había solo dos platos en el menú electoral. Ahora hay cuatro. Los ciudadanos refinan sus gustos conforme leen, se informan y escrutan a sus líderes en las redes.
Las tendencias de los sondeos
En Ferraz sobran excusas. Han repetido durante meses que la crisis catalana no les beneficia. Añaden el tic contra los medios de comunicación y las élites, presente en el discurso de Sánchez desde que fue barrido de la secretaría general de una forma nada amable. Y ahora José Félix Tezanos, responsable de programas, asegura en relación a las encuestas que «no son sociología, sino parasociología»; una «especie de brujería».
La irrelevancia
del PSOE en el debate público sería inaudita si no fuera porque nos hemos acostumbrado
Naturalmente incomodan al PSOE las tres tendencias que indican todos los sondeos recientes: el PP está en caída profunda, Ciudadanos en alza trepidante y Podemos no se desploma. El PSOE resiste, más o menos, pero no se beneficia de los desencantados a su izquierda, que se van hacia la abstención, ni a su derecha, que prefieren la opción de Ciudadanos. Aunque Sánchez se agarre a un clavo ardiendo –«acariciamos ser la primera fuerza», afirma– no se palpa en el ambiente ningún entusiasmo similar al que propició Felipe González en los años 80 o José Luis Rodríguez Zapatero al inicio de la pasada década.
A raíz de la multicrisis generada en el 2008, el sistema de partidos ha implosionado en la mayoría de países occidentales. La nota dominante de los diversos tsunamis electorales de los últimos años –'brexit', Trump, Macron o la reciente revuelta 'antiestablishment' italiana– atestigua un apetito voraz por nuevos liderazgos o nuevos partidos. El problema de Sánchez es que ni su partido ni sus liderazgos ofrecen nada nuevo, por mucho que agiten esta etiqueta.
En el pasado bipartidista la estrategia de aguantar sin innovar podía funcionar. Había dos platos en el menú electoral;
ahora hay cuatro
La juventud por sí sola no aporta frescura. Al contrario, los cachorros de las Juventudes Socialistas, el 'Harvard' de la mayoría de los dirigentes que no tiene vida laboral fuera de la política, han aprendido a amar el pequeño poder –cada vez queda menos– perdiendo de vista cómo proyectarlo. Mientras los mayores se retiran –el último de ellos Ramón Jáuregui, quizá la mejor cabeza en activo del PSOE– la 'generación selfi' se ve estupendamente en las fotos, pero no encuentra la solidez intelectual que le permita dibujar un socialismo para un tiempo radicalmente nuevo.
¿Cómo dotar de derechos sociales a los cada vez más trabajadores freelance? ¿Cómo frenar el viaje a la luna de los precios de los alquileres en las grandes ciudades a causa de fenómenos como Airbnb? ¿Cómo lograr que los gigantes tecnológicos paguen impuestos? ¿Cómo evitar que plataformas como Facebook venda nuestros datos privados y los pongan al servicio de individuos como Trump? ¿Cómo frenar la expansión de las noticias falsas en las redes sociales?
El sectarismo y el rencor
Tampoco es nuevo el sectarismo y el rencor entre unos y otros. Elena Valenciano, exvicesecretaria general, estaba bien situada para hacerse con la presidencia de los socialistas en el Parlamento europeo, pero Sánchez no le perdona su apoyo a Susana Díaz y a la abstención y ha boicoteado su candidatura. No le sobran al PSOE esferas de influencia en Europa y no sobran tampoco mujeres líderes en Bruselas, pero han preferido apoyar a Udo Bullmann, candidato del SPD que acaba de firmar una nueva gran coalición con Merkel.
Claro que no lo tiene fácil el PSOE. Se han hundido en los últimos años sus partidos hermanos en países como Grecia, Francia, Países Bajos, Italia o Alemania. Pero si algo invita este tiempo nuevo es a promover a los mejores, nutrirse de talento y probar nuevas fórmulas, nuevas recetas, nuevos liderazgos y desde luego más inversión de capital humano y estrategia en la Unión Europea, terreno de juego y aprendizaje para cualquier proyecto progresista y transformador.
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