LA CLAVE

Mal perder

El liderazgo de Catalunya estará en manos de quien abone la empatía

Un incendio calcina el Ateneu Popular de Sarrià y aparecen esvásticasomberos y guardia180329132450

Un incendio calcina el Ateneu Popular de Sarrià y aparecen esvásticasomberos y guardia180329132450 / periodico

Albert Sáez

Albert Sáez

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Hay ansiedad en los bloques políticos en Catalunya. Se acercan escenarios de no retorno. Unos se han autoconvencido de que si se constituye un Gobierno sin presos ni encausados, el procés. Otros no contemplan otra posibilidad que Alemania no conceda la extradición por rebelión y que, aunque lo haga por otros delitos, la causa especial del Tribunal Supremo estará herida de muerte. Otra vez nos llevan a un escenario de eliminatoria de una competición de copa, como hicieron el 9-N, el 27-S, el 1-O y el 21-D.  Ninguna de las partes se atreven a mirarse en el espejo del día a día, que es una competición a los puntos y en la que ambos contendientes están a punto de bajar de categoría. ¿Se puede seguir intentando ganar en las urnas lo que se pierde en los tribunales? ¿Se puede seguir pretendiendo ganar en los tribunales lo que se pierde en las urnas? Mientras, asistimos a una progresiva cosificación del adversario ideológico y a una inquietante banalización de la violencia, en los autos del juez y en las resoluciones del Parlament. Mientras, ya discutimos en la barra del bar de Twitter sobre cualquier cosa, sea la Barcelona World Race o un ataque a un ateneo popular. De tantos frentes que se quieren hacer, solo salen enfrentamientos.

La ansiedad no es buena consejera aunque el miedo nos salva la vida ante situaciones de peligro. En los últimos días ha habido diversos intentos de salir de la zona de confort del propio bloque: el artículo de Joan Tardà, las maniobras de Roger Torrent, algunos párrafos del discurso de Inés Arrimadas el sábado, las intervenciones de Iceta y Domènech, el silencio atronador de Marta Pascal y el PDECat. Quien pretenda liderar Catalunya en los próximos años debe tirar de esos hilos y deshacerse de la telaraña cada día más espesa que conforman, en planos distintos, los autos del Supremo y los trolls de las redes. Con esos condimentos no se cocina nada comestible. Solo la agitación de los incondicionales y el jaleo de las multitudes. La unilateralidad y el escarmiento. Todo anterior a la política y que tiene un muy mal perder.