Análisis

El coste de los símbolos

Cruceros en Barcelona.

Cruceros en Barcelona. / periodico

José Antonio Bueno

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Hace ya bastantes años andaba por Barcelona un amigo senegalés que quedó impresionado del debate, ya olvidado, por el escudo de la ciudad de Barcelona. Se cambió en 1996, pero el TSJC rechazó los cambios diez años más tarde. Hablamos de algo tan esencial como el número de barras en el escudo o la corona condal. Creo que también debatíamos si el fondo de la bandera era de un color u otro. Mi amigo senegalés sentenció que debíamos ser una sociedad muy rica para ocuparnos en tal sesudo debate.

Lamentablemente he perdido la pista a mi amigo senegalés, marchó a Estados Unidos e imagino que le irá muy bien. Pero si hace más de 10 años estaba sorprendido por el encendido debate que provocaba la heráldica en Barcelona hoy estaría alucinado al ver lo que sigue apasionándonos la heráldica y como nos hemos enganchado a desentrañar los vericuetos de la historia. No me extrañan las audiencias del Ministerio del Tiempo.

Sin duda es encomiable que una ciudad tan perfecta como la nuestra dedique tiempo y dinero a retirar festivamente la estatua del principal patrocinador de la Reinaxença, ese movimiento literario tan poco relevante en la historia del catalán del que formaron parte Joan MaragallJacint Verdaguer o un tal Aribau (ahora que caigo igual hay que cambiar el nombre a su calle por uso de dinero de un negrero). El tal Antonio López también cometió tropelías tan graves como creer en un arquitecto de Reus, un tal Gaudí, influenciado un tal Doménech i Montaner. Igual habría que pensar en derribar lo construido con dinero manchado de sangre. Desde luego tenemos una gran suerte en poder valorar desde la distancia la escasa contribución del Marqués de Comillas a la ciudad de Barcelona y poder librarnos de su sombra.

Otra cosa muy diferente es la manipulación que hacen los tabarneses del héroe Rafael Casanovas. El fue astuto y evadió el cerco de la ciudad de Barcelona haciéndose pasar por muerto y disfrazándose de monje. Se quedó en Sant Boi ya que entonces ir a Bruselas era más difícil que ahora.

¿Nos hemos vuelto locos o es que han puesto algo en el agua de Barcelona en la brillante privatización que nos va a costar un riñón (y no porque el agua lleve demasiados minerales)?. Tenemos una ciudad que se admira mirándose al espejo pero cuya decadencia hace tiempo que ha comenzado con o sin 'procés'. El mundo no se para a mirarse el ombligo y nosotros hace tiempo que estamos jugando con la pelusilla.

Se nos van las empresas, huye el talento y no hacemos más que perder oportunidades. Eso sí, por símbolos que no quede. Banderas, lazos, cacerolas, ofrendas, manifestaciones, desplantes, … ¿no nos damos cuenta que estamos minando nuestro primer activo, ser atractivos?

Parece que despreciemos los 500 millones del Mobile, que nos harten los turistas. No queremos cruceros, preferimos un camping al four seasons… Tanto simbolismo, tanto populismo está minando día a día una ciudad cuya marca está (¿estaba?) por encima de la marca Catalunya e incluso de la de España. O despertamos o desaparecemos.

Somos libres de cargarnos lo que tenemos, pero seamos conscientes de lo que hacemos. Llorar por la pérdida no servirá de nada y, además, nos lo habremos merecido.