ANÁLISIS

Europa enseña tímidamente la patita

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (izquierda), y el del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una conferencia de prensa en Bruselas, el 22 de marzo.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (izquierda), y el del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una conferencia de prensa en Bruselas, el 22 de marzo. / periodico

Carlos Carnicero Urabayen

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Trump provoca. Escupe locuras diversas, casi siempre en forma de tuits y amenaza con poner el mundo patas arriba. Su ultima fechoría es conocida: estamos al borde de una guerra comercial. “Las guerras comerciales son fáciles de ganar”, asegura este imprudente capitán del barco 'América Primero'. 

¿Qué hace Europa? Mostrar tímidamente la patita. Solo un poquito. La UE saca sus uñas comerciales lo justo para evitar padecer las represalias económicas norteamericanas, pero renuncia a defender sin complejos, en este mundo de Putins y otros hombres fuertes, la cultura del multilateralismo y la legalidad internacional. 

Parece que lo hemos conseguido: los aranceles sobre el acero y el aluminio, del 25% y el 10%, que Trump ha puesto en marcha de manera ilegal no afectarán temporalmente a las empresas europeas. ¡Victoria!, cantan en Bruselas.

Reflexiona en voz baja un alto funcionario que ha asistido a cumbres del G-20 en la era Trump, con pesadumbre y alguna metáfora incluida: “Aquí la máxima de que con quien se sitúa al margen de la ley - de la Organización Mundial del Comercio - solo se habla sobre cómo renuncia a la ilegalidad, entrega las armas, pide perdón y se disuelve, no se cumple”.

Europa es el mayor bloque comercial del mundo y bate récords en firmar acuerdos comerciales, el último con Japón. En la mirilla Mercosur. Como recuerda el polaco Tusk, presidente del Consejo Europeo, citando a Montesquieu: “El efecto natural del comercio es impulsar la paz”. Pero lo dice en voz bajita, renunciando a incomodar demasiado al amigo americano.

No basta con que Europa se libre de los aranceles de Trump. Urge firmeza para recordar que solo el diálogo civilizado en los foros multilaterales – OMC y G-20 – puede servir para abordar los desequilibrios comerciales con China. Después de la guerra comercial, viene la de carne y hueso. Frente a Trump, los europeos, debemos entonar sin complejos, recordando a Mitterrand, “el nacionalismo es la guerra”.