Dos miradas

Anzuelos

Tenemos motivos para ser desconfiados. A veces, los anzuelos de las redes sociales son solo maniobras para mantenernos distraídos mientras la sorda marejada de fondo es la verdadera amenaza

Un 'smartphone' muestra la aplicación de Facebook en su pantalla.

Un 'smartphone' muestra la aplicación de Facebook en su pantalla. / DR/mel/BMA

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Podemos borrarnos de Facebook, de Twitter, de WhatsApp… de todas las redes sociales. Incluso podemos repudiar las pantallas para tratar de preservar nuestra intimidad. Pero lo que no podemos es eliminar nuestro pensamiento ni el del resto de la sociedad. Las redes han impregnado nuestra manera de pensar y de relacionarnos. La inmediatez se impone. Sentimos avidez por las novedades y ansiedad por formarnos una opinión, aunque apenas sepamos nada.

Esta semana nos conmocionamos por el terrible asesinato de dos niños por su padre en Getafe. Apenas se supo el caso, las redes etiquetaron la tragedia de crimen machista cuando la policía apenas había iniciado la investigación. Y sí, es probable que lo sea. Las negras estadísticas así lo apuntan. Pero también hay la posibilidad de que sea un caso grave de trastorno mental, el mismo que ha llevado a algunas madres a matar a sus hijos. Esperar a tener más información para formarse una opinión no es ser condescendiente con el asesino, es preservar el espíritu crítico.

Este caso es solo un ejemplo de cómo nos invade la precipitación. Siempre prestos a la crítica, a prender hogueras. A desenmascarar nuevos enemigos públicos. Tenemos motivos para ser desconfiados. Pero hacer acopio de energía sin derrocharla constantemente también es un modo de protegernos. A veces, los anzuelos son solo maniobras para mantenernos distraídos mientras la sorda marejada de fondo es la verdadera amenaza.