ANÁLISIS
'Barcelona Global Summit'
La capital se mueve, quejosa de tres años de nueva política y los sobresaltos de octubre
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
La capital mueve ficha. Tras tres años de gobierno municipal de la nueva política, el susto de octubre disparó muchas alarmas. En el sector turístico, pero también en el tecnológico y en el de la automoción. Los motores económicos de Barcelona se sienten desamparados porque, por primera vez en muchos años, las instituciones no les dan juego. Por motivos diversos y con intensidades distintas. Unos porque quieren cambiar de modelo económico y otros porque quieren cambiar de mapa político. Barcelona está nerviosa. No todo el mundo por las mismas razones ni con las mismas soluciones, pero lo cierto es que hay una reacción que comienza a ser evidente. Una muestra la tendremos el miércoles con la Barcelona Global Summit sobre turismo urbano que organiza el consorcio Barcelona Global. Y el jueves, un debate en el Cercle d’Economia. Que nadie se despiste, el motivo último es el impacto de los hechos de octubre, pero el motivo de fondo son los años de Colau. Para muchos, han sido simplemente de parálisis; para los menos, de regresión. Lo cierto es que, especialmente desde la expulsión de Jaume Collboni, el turismo y los servicios asociados se sienten menospreciados en Barcelona y consideran que el ayuntamiento está gobernado por un lobbie contrario al sector. Y han decidido entrar en el debate con una cosa tan sencilla como imaginar una Barcelona sin turismo, para poner un contrapeso a la constante y sistemática denuncia de los perjuicios que ocasiona. Medio mundo quisiera llorar por los ojos de Barcelona.
Sobre este común denominador, hay quien quiere aprovechar este río revuelto para hacer política, pero los empresarios no se van a dejar engañar. Aparecen los nostálgicos de que cualquier tiempo pasado fue mejor y ya sueñan con unos Juegos Olímpicos para el ¡2032! Mientras que otros añoran el enfrentamiento institucional entre las dos riberas de la plaza Sant Jaume que les permitía hacer suculentos juegos de manos. Pero eso solo es ruido en un mar de empuje y ganas de reconectar a Barcelona, y de rebote a Catalunya y a España, con el mundo de mañana: tecnología, sostenibilidad y globalidad. En definitiva, la transformación digital de la ciudad. Ni Juegos ni martingalas. Y en un año, las urnas decidirán. Ese es el partido.
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