La desigualdad

El espacio del hombre

El espacio público es del hombre, y no hay más que ver quién y sobre todo cómo se sostienen las pancartas de las manifestaciones cuando son mixtas

Pintada a favor de la huelga feminista en una calle de Valencia

Pintada a favor de la huelga feminista en una calle de Valencia / periodico

Jenn Díaz

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Durante el mes de marzo las mujeres nos dedicamos a asistir a actos, mesas redondas, debates, tertulias, conferencias, exposiciones. Como el día 8 decidimos que nos plantábamos y parábamos el mundo, nos reclaman el resto del mes. Este año hemos hablado, sobre todo, quizá porque tenemos estadísticas y datos y la desigualdad ya no parece una invención de las feministas; decía que este año hemos hablado sobre todo de la brecha salarial, que es otra de las tantas formas del machismo que sufrimos las mujeres. Pero en los distintos encuentros acaba reluciendo una queja más bien moderna, más bien sistematizada, que ahora llamamos micromachismos y que durante mucho tiempo fueron, simplemente, la normalidad.

El espacio público es del hombre, y no hay más que ver quién y sobre todo cómo se sostienen las pancartas de las manifestaciones cuando son mixtas. Si hablamos del 'manspreading' en el transporte público, tendríamos que analizar también cómo se colocan en la primera y la segunda fila los políticos, y cómo las mujeres acaban sosteniendo la cabecera con un brazo y de perfil.

Por no hablar del espacio público o privado, digamos, sonoro. Vengo observando últimamente cómo en las reuniones los hombres llevan la voz cantante. En cuanto se abre la ronda de preguntas, alzan la mano. Si no fuera porque intento no quedarme en la superficie y las primeras conclusiones no me acaban de satisfacer, podría pensar que las mujeres o bien no tienen iniciativa o bien no tienen nada que decir. He comprobado, en cambio, que los hombres que alzan el brazo y toman el micro a menudo reflexionan en voz alta, sin aportar nada nuevo al debate. Si antes ha habido un discurso, acostumbran a repetir las mismas ideas con sus palabras.

La gestión del tiempo, que podría ocupar parte de la reforma horaria, es también —otra cuestión más— campo para el feminismo. Si las reuniones duran tres horas, y solo dos son útiles, muchas nos cansaremos de asistir a ellas y nos responsabilizaremos de cierta verborrea 'alfa' callando. Habrá que buscar una palabra en inglés para que algunos lo entiendan.