La clave

Rajoy y las "mujeres reales"

El estallido feminista del 8-M y la revuelta de los pensionistas anticipan un final agónico de la legislatura para el PP

huelga feminista

huelga feminista / periodico

Enric Hernàndez

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A la derecha española las grandes corrientes transformadoras de la  sociedad la cogen siempre a contrapié. No es solo que por razones ideológicas oponga una atávica resistencia a los cambios; es que ni siquiera los ve venir, por estruendosas que sean las señales de alerta. La marea feminista del 8-M y la revuelta de los pensionistas no son excepciones a esta regla.

El 8-M, según sentenciara el agudo guionista del PP, era una huelga de “élites feministas, no de mujeres reales”, que fomentaba el “enfrentamiento” entre géneros. El jueves la secundaron seis millones de irreales españolas que, de no haber sido simples espectros, hubieran seguido la doctrina de Mariano Rajoy sobre la brecha salarial: “No nos metamos en eso.” Pero hicieron caso omiso; ser una ilusión óptica es lo que tiene.

El improvisado lazo morado en la solapa presidencial no bastará para aplacar a tantas “mujeres reales”. Tampoco las voces del PP que, con un oportunismo moldeado por las ambiciones sucesorias, abogan por “tomar nota” del 8-M… sin aclarar qué demonios significa eso.

El efecto de los retrocesos sociales

Los retardatarios rebaten las demandas feministas arguyendo que la igualdad goza de mejor salud en España que en muchos países europeos. Afirmación que, de ser homologables las estadísticas, animaría a preguntarse por qué este terremoto ha tenido su epicentro justamente aquí.

Hipótesis: bajo la bandera (de conveniencia) de la reducción del déficit público, el sexenio de Rajoy ha impuesto tantos retrocesos sociales que las indignaciones, todas ellas, hallan terreno abonado para germinar. Si antes el 15-M puso las bases del fin del bipartidismo –a costa de partir en dos a la izquierda--, el 8-M y la rebelión de los pensionistas amenazan ahora la hegemonía política de la derecha. Y, en su seno, la del propio PP, con Ciudadanos desbocado en las encuestas.

La previsible ausencia de presupuestos, el clima preelectoral, la incógnita sobre el futuro de Rajoy y un Gobierno con escaso perfil político no son las mejores credenciales para activar grandes reformas que den un golpe de timón a las políticas sociales del PP. El final de etapa se anticipa agónico.