Opinión | Editorial

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¿Del Raval al barrio chino?

Es el momento de comprometer a todos y de que el Ayuntamiento lidere, como hace 30 años, la recuperación del corazón de la ciudad

Pañuelos rojos cuelgan en las fachadas de los edificios de la calle de En Roig, en el Raval, para protestar por la venta de droga en la zona.

Pañuelos rojos cuelgan en las fachadas de los edificios de la calle de En Roig, en el Raval, para protestar por la venta de droga en la zona.

La heroína vuelve a amenazar al barrio del Raval de Barcelona. Los 'narcopisos' han puesto en evidencia el regreso de la droga como modo de vida en el corazón de la capital catalana. Este diario ha explicado el fenómeno desde el pasado verano y ha revelado lo que estaba oculto: la mitad de los 'narcopisos' son propiedad de bancos y de fondos de inversión. Algunos también se alojan en viviendas de protección oficial, custodiadas desde los servicios municipales. Este hecho nos pone en alerta para recuperar las lecciones que esta ciudad aprendió hace 30 años, cuando el Raval era conocido como el barrio chino. ¿Cómo se consiguió aquel milagro? ¿Se puede repetir el fenómeno?

Lo primero que hemos de determinar es si la presencia de la heroína responde al mismo patrón de los años 80. La trama urbana es hoy mucho más diversa y la composición social muy diferente. El barrio sigue estando junto al puerto y eso le supone algunos riesgos más que inevitables. Pero el Raval, hoy, es también una zona universitaria, turística y residencial que ha sufrido todas las etapas de la actual crisis: colapso de la economía y de las finanzas públicas, burbuja turística desordenada para salir de la emergencia, aparición de nuevos actores en operaciones especulativas y un largo etcétera. El barrio no es el mismo y no serviría de nada repetir la operación de hace tres décadas y abrirlo en canal para sacarlo del submundo del tráfico de drogas y la delincuencia que lleva asociada.

Pero sí que sirven otras de las recetas que se emplearon entonces. La primera, la contundencia institucional que no hay que confundir ni con la dureza ni con el populismo. Pero sí con la constancia y la unidad de acción de las diversas administraciones y de los diversos servicios implicados. Policía y servicios sociales deben ir de la mano y contar, cuando haga falta, con la fiscalía y con los jueces. Pero sabiendo que el problema no se arreglará si los propietarios de los llamados 'narcopisos' no asumen también su responsabilidad social, aunque sea a costa de algún pequeño accidente en su cuenta de resultados. Degradar una propiedad para sacarle el máximo beneficio no parece muy inteligente ni para el más buitre de los inversores. Es el momento de comprometer a todos, de dejar de mirar hacia otro lado y de que el ayuntamiento, como hizo 30 años atrás, lidera la recuperación del corazón de la ciudad.