MIRADOR

La lección de Monzó

Quim Monzó, en la sede de Òmnium Cultural, donde recibió el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes

Quim Monzó, en la sede de Òmnium Cultural, donde recibió el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes / periodico

Jordi Puntí

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Quim Monzó ha ganado el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes. Y a la vez el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes ha ganado con Quim Monzó. Me llaman del diario Ara para comentar su obra y me preguntan cuáles de sus cuentos me gustan más. De repente un montón de personajes me vienen a la memoria como en esa famosa canción de Sisa. Hay un hombre con halitosis, un niño que muere en un pozo, Gregor y la Cenicienta, el profeta, el escritor menguante, el poeta Borrell y el filólogo Collell, la pareja que no puede consumar un coito, el hombre que nunca se enamora... Es muy difícil, por no decir imposible, elegir sólo tres o cuatro cuentos entre los 130 -calculo- que Monzó ha publicado desde 1977. Tiene que estar Entre las doce y la una, eso seguro, con esa charla telefónica entre dos amantes que se convierte en un diálogo delirante. Y también Vacaciones de verano, probablemente el cuento más triste que ha escrito Monzó, con ese hombre que sale del hospital llevando una bolsa del Corte Inglés. Y Melocotón de manzana. Y El señor Beneset...

Quim Monzó ha ganado el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes. Y a la vez el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes ha ganado con Quim Monzó

Me cuesta elegir porque veo sus libros como un conjunto muy coherente, y a su vez con unas etapas muy distintas. El primer Monzó abría un camino nuevo en la literatura catalana, narraba con una libertad burlona que venía de la contracultura, usaba palabras que hasta entonces no salían en los libros: en los años 80 incluso se ligaba más -o vaya, se intentaba-, si habías leído La isla de Maians. Esta voz entre rompedora y obsesiva ya no lo ha abandonado nunca, y está presente tanto en los cuentos más áridos de El porqué de las cosas como en los más sentimentales de Mil cretinos. Me doy cuenta, además, de que le acompaña una mirada sobre el mundo -una mirada incrédula y crítica con los tópicos- que también domina en sus artículos periodísticos. Debe de ser toda una señal que tantos años después siga recordando algunos por su título, como si fueran de ayer: La lección de BeckettEl grano y la pajaAndorra, de Max Frisch. O el antológico Hostelería y medios de comunicación, sobre los depredadores de periódicos en los bares y cafés -es decir, quizás usted, querido lector.