ANÁLISIS

Frente al espejo

Simeone intenta reivindicarse con el sistema que, con matices, comparte con Valverde pero el espíritu es muy distinto

Valverde y Simeone se saludan al final del partido de Liga en el Camp Nou

Valverde y Simeone se saludan al final del partido de Liga en el Camp Nou / periodico

Sònia Gelmà

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Éramos como adolescentes, nos encantaba mirarnos en el espejo. Nos veíamos altos y guapos. Nos lo decía todo el mundo, y nos lo creíamos. Y llegó un momento en que ya ni nos fijábamos. Con las prisas, dejamos de peinarnos. Poco a poco dejó de preocuparnos que cada calcetín fuera de un color diferente, porque nadie se fijaba. Y así, fuimos dejando de lado los detalles. Hasta que llegó el día en que dejamos de mirarnos en el espejo. Pero ya no era un descuido, temíamos mirar y que lo que viéramos no nos gustara.

Simeone, de manera poco inocente, creyó que hacía falta ponernos de nuevo frente al espejo, que viéramos ese 4-4-2 que ha llegado disimuladamente, fruto de la necesidad y que ha venido para quedarse, al menos de momento. Lo que pasó por alto el técnico argentino es que el Barça ya se puso frente al espejo en verano, tras perder la Supercopa. Fue entonces cuando el equipo asumió que, sin Neymar, ya no podía seguir disimulando esas entradas que apuntaban una incipiente calvicie.

El Barça no se ha descuidado. Al contrario, tiene un entrenador tan consciente de las limitaciones del equipo que administra concienzudamente cada descanso. Lo mismo le pasa a sus jugadores clave, que prefieren arriesgar su físico con tal de no ausentarse. Por eso, puede mirarse al espejo y ver un equipo comprometido, y un equipo que ha adaptado su sistema por supervivencia pero no ha perdido la intención de ser protagonista. Y no siempre lo consigue, a veces incluso le toca defender más de lo que quisiera, como en la segunda parte ante el Atlético. Pero mantiene su ambición.

Un efecto óptico

Disfrazado de elogio, Simeone escondía una reivindicación. El técnico argentino, acusado a menudo de representar el antifútbol, ve en el sistema de Valverde la oportunidad de igualar la propuesta de ambos equipos. Y hay que admitirlo, el 4-4-2 no es nuestro dibujo soñado, porque parte de una renuncia, de un realismo que preferiríamos obviar.

Pero ya que ha puesto el espejo, mirémonos todos. Barça Atlético pueden compartir sistema con todos sus matices, pero desde luego no comparten el mismo espíritu, porque el Barça no plantea los partidos desde la inferioridad ni desde el conformismo. Quizás ambos defiendan igual de bien, lo demuestra la estadística de goles encajados, con solo uno más para Ter Stegen. Pero no atacan igual, el Barça suma 25 goles más en liga que los colchoneros, y eso no es casualidad.

Simeone pretende embellecer su propuesta afeando la del Barça, o afear la del Barça para embellecer la suya. Sea como sea, el juego de los espejos, como en el del Tibidabo, no deja de ser un efecto óptico.