Los vericuetos del 'procés'
Puigdemont en Waterloo
El fracaso de Napoleón supuso el achicamiento de las ideas liberales, perpetuar el Antiguo Régimen, y permitió la reinstauración de los Borbones
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Curioseando por la red, me topo en la página del diario 'The Guardian' con una entrevista en exclusiva a Carles Puigdemont Carles Puigdemontpoco después de haber renunciado a su candidatura. Muy oportuna, claro. Tras su 'paso al lado', al 'expresident' trasterrado le conviene seguir apareciendo en medios de relevancia porque corre el riesgo de que le suceda como a Mas con el pacto con la CUP; es decir, que se desvanezca en la niebla de la retaguardia.
Puigdemont se despacha a gusto en la entrevista contra Felipe VI y asegura, con toda la razón, que la monarquía ha perdido a Catalunya, pero el resto de su argumentario resulta bastante endeble, siendo generosos. Como confieso que el asunto del 'procés' me ha desquiciado, me quedo en la mera anécdota de la entrevista, en la historieta de Waterloo.
Cuando el 'expresident' se instaló en esa localidad belga, en una villa cuyo alquiler cuesta al parecer 4.400 euros al mes, saltaron enseguida los comentarios satíricos subrayando la coincidencia de que Napoleón viviera allí el fin de su esplendor; su descalabro en la batalla de Waterloo hizo que acabara desterrado en la isla de Santa Elena, una mancha perdida en el azul del Atlántico. El periodista de 'The Guardian' tampoco puede resistirse a la tentación de establecer un paralelismo histórico, del que Puigdemont sale como puede: "Estoy rindiendo homenaje a Wellington, no a Napoleón. Para mí Waterloo es un lugar de victoria, no de derrota", dice.
Pues, hombre, bien mirado, puede que en estos lares nos hubiese ido bastante mejor con el francés, a pesar de todos sus defectos, que secundando al duque de Wellington, quien utilizó España como catapulta para afianzar la hegemonía británica sobre el continente. El fracaso de Napoleón en Waterloo supuso el achicamiento de las ideas liberales, perpetuar el Antiguo Régimen, y permitió precisamente la reinstauración de los Borbones, tanto en el trono de Francia como aquí, en la persona de Fernando VII, aquel que en las canciones infantiles usaba un gabán de paño grueso llamado paletó. "¡Vivan las cadenas!", le gritaban a su regreso. Qué desastre. Quién sabe si todo empezó a truncarse entonces.
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