El espacio público

Una plaza fea

El espacio urbano situado frente a la salida de la estación de Sants me parece un indigno recibidor para aquellos que llegan a Barcelona

Aspecto de la plaza de los Països Catalans antes de empezar los trabajos.

Aspecto de la plaza de los Països Catalans antes de empezar los trabajos. / ALBERT BERTRAN

CARLES SANS

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Ahora que Barcelona es la capital mundial del móvil, ahora que está siendo la puerta de entrada de los principales avances en comunicaciones, gracias a ese Mister Marshall llamado MWC que deja una millonada, me he preguntado qué mejoraría si estuviera en mis manos cambiar ciertas zonas de Barcelona.

Los expertos municipales, sin duda, sabrán más que un simple peatón cuáles han de ser las prioridades para mejorar la ciudad, no únicamente para deleite de aquellos que nos visitan, sino también para quienes la vivimos. He tenido siempre por costumbre analizar y juzgar Barcelona desde un punto de vista urbanístico. 

Recuerdo que tenía 13 años y ya enjuiciaba aquella avenida Meridiana tan fea de principios de los años 70 por la que, cada domingo, entraba con el coche familiar. Hace poco un buen amigo, hablando de urbanismo y estética, me comentaba sobre la importancia de los accesos a una ciudad para que el visitante que llega por primera vez quede seducido o no. Yo también, en aquellos años de niñez, al pasar por la Meridiana me preguntaba qué pensarían los franceses al ver aquella entrada a Barcelona tan fea. 

Jardín metálico

El caso es que aquellas inquietudes poco usuales en un niño siguen persistiendo muchos años después, no por la Meridiana, ya mejorada, sino por la llamada plaza de los Països Catalans, la que recibe a los viajeros que entran y salen por la puerta de la estación de tren de Sants, una plaza que me parece gris, fea y hostil. Una obra de dos excelentes arquitectos que fue concebida como jardín metálico en aquellos tiempos en que se pusieron de moda las plazas duras y que ahora ha perdido todo su encanto y se asemeja más a una cementera abandonada.

Esa intervención moderna me parece un indigno recibidor para aquellos que llegan a Barcelona, una ciudad con mucho más gusto que el que tuvieron quienes le dieron el premio FAD a la plaza allá por 1984. A quienes tengan la potestad de hacerlo, en caso de coincidir con una opinión que les aseguro no es única, les dejo aquí la sugerencia de remodelarla.