LOS SÁBADOS CIENCIA

Paisaje íntimo de una célula

Me gusta imaginármelo como nuestro sistema solar, donde el astro rey es el núcleo celular y las organelas son los planetas y satélites

El doctor Miguel Ángel Checa, especialista en reproducción asistida.

El doctor Miguel Ángel Checa, especialista en reproducción asistida. / periodico

MANEL ESTELLER

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Nosotros estamos formados por células. Aproximadamente unas 10.000.000.000.000 por persona. Todas ellas tienen el mismo material genético, un ADN idéntico, excepto algunas del sistema inmune que nos recuerdan infecciones previas. Las células se organizan en tejidos y estos acaban estructurándose en órganos. Aunque los científicos podemos pintar las células con diferentes marcadores fluorescentes verdes, rojos o azules, la mayoría de células del cuerpo humano son un poco sosas y tienen un color traslúcido.

En cuanto a la medida, las hay pequeñas, como los espermatozoos, los hematíes y los linfocitos, y las hay grandes como los megacariocitos, las células de la grasa o los óvulos. También las encontramos de formas muy diversas: en forma de estrella de mar como las neuronas, en forma de palillos como algunas de la retina o de formas volubles como las células blancas de la sangre. Pero ¿cómo son por dentro?

¿Cómo son por dentro?

La mayoría de células del cuerpo humano tienen una membrana que las define, un núcleo central también delimitado y, entre uno y otro, un chup-chup de líquido que denominamos citosol en el que flotan pequeñas estructuras que denominamos organelas. Siempre hay excepciones. Por ejemplo, a las plaquetas, que participan en la coagulación de la sangre, les falta el núcleo; y, en cambio, células del músculo esquelético y del hígado pueden tener varios. 

Pero vamos palmo a palmo. La capa que rodea toda la célula se llama membrana plasmática y es como una burbuja formada por lípidos y donde, de vez en cuando, encontramos proteínas que permiten a las células hablar entre ellas. Sería similar a los liposomas que incluyen algunos productos de belleza. Por su parte, en el núcleo celular, también delimitado por una membrana, encontramos los cromosomas constituidos por nuestro ADN. Del mismo, se origina una molécula llamada ARN que atraviesa la membrana nuclear y se va al líquido que hemos mencionado como citosol. En esta sustancia viscosa encontramos dando vueltas, como astronautas ingrávidos, pequeñas estructuras que hacen funciones muy precisas, las organelas intracelulares.

Tres ejemplos

Dejadme que os ponga tres ejemplos de estas maquinarias localizadas en el citosol, entre la membrana y el núcleo. Unas se denominan ribosomas. Tienen la forma de la 'barretina' de un pitufo o la de Jacint Verdaguer en los antiguos billetes de 500 pesetas, que cada cual se lo imagine según su edad. A los ribosomas llega el ARN y, siguiendo el código genético, se encarga de enganchar un aminoácido detrás el otro hasta formar las proteínas, de la insulina a la hemoglobina, de la tripsina a la calmodulina. Todas son sintetizadas en los ribosomas. Hay unas estructuras todavía más extrañas que se denominan retículo endoplasmático y aparato de Golgi. Son una especie de catacumbas que conectan diferentes regiones de la célula como si fueran pasillos de antiguos conventos y castillos. En ellos se alojan diferentes proteínas para ser modificadas químicamente para ser activas y se les aplican controles de calidad, como si fueran una longaniza de Vic. Si una proteína tiene un defecto, se degrada y volvemos a empezar. 

Las mitocondrias son nuestra central de energía, las que producen la ATP que nos hace movernos

Y la tercera estructura intracelular que a mí particularmente me gusta es la de las mitocondrias. Quizá porque se cree que son producto de una noche de sexo voraz en nuestra evolución. Se dice que una célula nuestra primitiva se comió una bacteria porque le gustaba mucho como era. Especialmente estaba encantada por cómo producía energía de forma eficiente a partir del oxígeno. Y desde aquella comida, hasta ahora. Las mitocondrias son nuestra central de energía, las que producen la ATP que nos hace movernos. Pero, además, las mitocondrias tienen otros secretos deliciosos. Por ejemplo, un ADN como el de nuestro núcleo pero más pequeño y circular. Todas nuestras mitocondrias son herencia directa de nuestra madre, a través de su óvulo. El pobre espermatozoo usa todos los suyos para obtener energía y llegar el primero a la célula reproductora femenina e inocular su material genético. Morir dando vida.

Me gusta imaginarme el paisaje íntimo de una célula como si fuera nuestro sistema solar, donde nuestro astro rey es el núcleo celular; las organelas son los planetas y satélites; el espacio entre estos, el citosol, y el límite del mismo, la membrana plasmática. Todo encaja, excepto el hecho de que desgraciadamente no tenemos una capa suave y melosa que nos rodee y nos proteja de los peligros de más allá de nuestro sistema solar. Pero esto ya es otra historia…