GENTE CORRIENTE

Antoni Hernández: "Estamos más cerca del neandertal que del cíborg"

Físico y lingüista, anima a reflexionar en las aulas sobre temas tabú como el sexo con robots y el posthumanismo

GENTE CORRIENTE- ANTONI HERNÁNDEZ

GENTE CORRIENTE- ANTONI HERNÁNDEZ / periodico

GEMMA TRAMULLAS

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Hijo de una costurera y de un camionero que le contagiaron las ganas de aprender, Antoni Hernández-Fernández (Barcelona, 1974) se hizo físico, en parte, por la serie Cosmos de Carl Sagan y también estudió lingüística para aplicar una perspectiva matemática al análisis de la lengua y mejorar la comunicación en el aula. En sus clases resuenan las controversias tecno-éticas de Black Mirror.

-Es difícil resumir todas sus facetas.

-Soy físico, lingüista, docente y divulgador científico. Doy clases de tecnología, matemáticas y castellano en la Escola d’Art i Disseny de Terrassa y soy profesor del máster de formación de profesorado de tecnología de la Universitat Politècnica de Catalunya. Pero si pone «humanista», me encantará.

-¿Por qué?

-Me considero un humanista, porque la pelea de la divulgación científica está en que se entienda la ciencia como parte de la cultura. Le contaré una anécdota. Una vez estaba en una sala de profesores y atribuí una obra de Calderón de la Barca a Lope de Vega.

-¡Ay!

-Pedí excusas pero seguían machacándome y entonces les pregunté: «¿Qué descubrieron Watson, Crik y Rosalind Franklin?».

-Ser de letras no es excusa. Diga, ¿qué descubrieron?

-La doble hélice del ADN. ¡La vida! Los profesores dijeron que era una pregunta muy difícil, pero tan inculto es confundir a Lope con Calderón como no tener ni idea de quién descubrió la estructura del ADN.

-Tiene toda la razón. En cambio, sabemos mucho más del último modelo de móvil.

-A veces ustedes los periodistas hacen titulares tipo: La tecnología nos deshumaniza. Pero somos humanos desde que tenemos tecnología, desde el homo habilis. La tecnología nos hace humanos, lo que pasa es que tendemos cada vez más a una sociedad de usuarios-consumidores.

-¿Y qué se puede hacer desde las aulas?

-Mucho. Cuando cierro la puerta de la clase, yo soy el amo e intento transmitir a los alumnos lo que creo que es importante para su futuro y para el de la humanidad. Las tecnologías pueden tocar temas sensibles y tabú, por eso la parte ética es clave. Las escuelas no deberían evitar estos conflictos.

-¿Por ejemplo?

-Los robots sexuales: ¿Qué implica que alguien en su intimidad haga lo que quiera con un robot que simula ser una persona? O los cíborgs: ¿Qué hay de malo en implantarse un puerto USB en el dedo? La sociedad no comprende estas identidades transhumanas. Aún estamos más cerca del neandertal que del posthumanismo y el cíborg. 

-¡Ojalá las clases de tecno fueran así!

-La controversia es una metodología de aprendizaje. Los jóvenes se encontrarán con estos problemas en el futuro y si no les damos información y herramientas para pensar les estamos abocando a la indiferencia y al consumismo. Nos hace falta una filosofía de la tecnología.

-¿Cómo responden los alumnos a estas controversias científico-tecnológicas?

-De forma más madura que los adultos. Tienen claro que cada uno se implante lo que quiera en su cuerpo, pero son conscientes de las desigualdades que podrían derivarse de ello y se dan cuenta del conflicto que supondría hacerle un implante a un bebé o a un adulto incapacitado.

-En su perfil profesional se define como «humanista» y también como "bicho raro". 

-Porque estudiar ciencias y letras es estadísticamente raro y porque cuando pienso en temas tecnológicos, científicos y sociales me encuentro que la sociedad está muy alejada de lo que pienso que debería ser. 

-Lo dice alguien que no tiene WhatsApp.

-También soy raro por eso, sí.