ANÁLISIS

Inmenso siempre Quini

La vida del futbolista se resume entre victorias y derrotas: venció al cáncer y acabó muriendo en la calle de un infarto

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Iosu de la Torre

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La vida es esto que le ha pasado a Quini: derrotar al cáncer después de un combate titánico, del que muchos no salen, para acabar muriéndote en plena calle. Así de crudo suena para tan enorme figura.

El 'tsunami' de elogios a su repentina muerte, la noche del martes hasta la explosión de anoche en el estadio del Molinón, solo se entiende desde la dimensión de un héroe del deporte que gustaba a todos.

A Quini siempre le llamaron el Brujo, por sus hechizos con el balón sobre la yerba mojada de su amada Asturias. Tenía aire de vaquero como salido de una peli de John Ford, barba dura, siempre bien afeitada, una sonrisa con hoyuelo a lo Kirk Douglas, y un aire desgarbado pero elegante.

Como James Stewart en 'Qué bello es vivir'

Quizá sea producto de los recuerdos en blanco y negro, pero también se le podía comparar a Quini con el James Stwart de ‘Qué bello es vivir’. La magnitud de Quini tiene el eco de las voces, miles de ecos, que lo retratan como una buena, excelente, persona. Como Stewart interpretando al 'santo' George Bailey que canta con su hija 'Búfalo no quiere dormir'.

Se le rompió el corazón en una calle de Gijón al Brujo que sobrevivió a la angustia de estar 25 días secuestrado en un zulo y a la trágica muerte de su hermano Jesús, el guardameta del Spórting tragado por el Cantábrico al intentar salvar a unos niños ingleses que se ahogaba en una playa. 

A Quini le pudimos disfrutar con aquel Sporting de los Castro, Cundi, Maceda, Rezza, Redondo, Ferrero, Joaquín, Morán… que casi ganó una Liga y con el Barça de Maradona y Menotti, primeros años 80, al que se le reservaron títulos de Copa y Recopa.

De aquella liga frustrada de 1979 para gloria del Madrid quedan, también, los recuerdos de la tele sin colores. Entonces al segundo clasificado del torneo no le quedaba mejor trofeo que clasificarse para la Copa de la Uefa. El club asturiano recibió por aclamación popular la banda de ‘campeón moral’, un título que se diluye en el tiempo. Aquel Spórting fue llamado 'matagigantes' antes de que la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao se aupasen al podio reservado a los poderosos.

Del estadio del Molinón surgió el grito tan coreado durante años en muchos estadios de España del ‘Así, así, así gana el Madrid'.

En la hemeroteca emerge aquel retrato en blanco y negro firmado por Armando Álvarez para un suplemento 'Más Deporte' de este diario de hace poco junto a las capturadas por Agustí Carbonell con Quini posando de azulgrana en día de presentación junto al bilbaíno Alexanco, el que fue el fichaje más caro del fútbol español en 1980, ¡¡cien millones de pesetas!!! Estaban contruyendo un equipo para ganar la Liga que se esfumó con el secuestro y terminó en la vitrina del Vicente Calderón.

Quini se ha ido de repente. Este primero de marzo se cumplen 37 años de aquel secuestro que añadió más tenebrismo a esa España que acababa se superar el ¡tejerazo’, el 23-F, y que poco después viviría la sacudida del asalto al Banco Central en Barcelona. Año 1981, hace poco tiempo. O demasiado. Que nos lo diga Ana Pastor, la periodista.

Yo vi jugar a Quini con el Barça de Maradona. Eliminatoria copera con un 4-0 en el Camp Nou a cargo del Brujo Quini, el 'pichichi' de la Liga, bajo la batuta de Diego Armando Maradona que esa noche lució el brazalete cuatribarrado de capitán. En el partido de vuelta, vapuleo guerrero en El Sadar (2-3).

Aquel Barça de Menotti perdió la Copa contra el Athletic de Clemente. No jugó Quini porque no quiso Menotti. Aquella final acabó en tumulto y tangana entre futbolistas en el Bernabéu. también es otra historia, una fea historia para otro día.