OPINIÓN

Desesperación y alivio en Stamford Bridge

Antonio Conte, durante un momento del Chelsea-Barça.

Antonio Conte, durante un momento del Chelsea-Barça. / periodico

Albert Guasch

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El pase descuidado de Christensen, el balón que se amansó ante los pies de Iniesta y este que a unos metros de su puerta predilecta de Stamford Bridge le regaló el gol del desquite a Messi. En la banda, el volcánico Antonio Conte se dobló. Como si no pudiera mantener más su espalda enderezada. Tantas noches sin dormir pensando en cómo partir el espinazo azulgrana y un error de entrega flagrante le arruinó la velada que tan bien encaminada tenía. El brasileño Willian le había dado paz; el joven defensa danés, desespero y flagelación.

Si se intensificó el viento en Londres, quizá fueron los resoplidos de Valverde y toda la expedición azulgrana. Tanta posesión no se reflejaba en ocasiones de peligro y pintaba oscuro casi negro el partido de ida. Había un ambiente de amarga resignación hasta la astuta recuperación de Iniesta en su escenario mágico y la precisa asistencia al futbolista que no acostumbra a dejar asignaturas pendientes. El golpeo de Messi a la derecha de Courtois resultó euforizante porque no se anticipaba un agujero por el que entrar en la acerada defensa del Chelsea. 

La explicación de Valverde

Es el Barça un equipo compacto, pero a menudo se le ve falto de vuelo. Nunca va a ser fácil ganar en Stamford Bridge, y menos en la Champions y con Conte dirigiendo la orquesta local. Vehemente como nadie, posiblemente más incluso que Guardiola, el técnico italiano pareció inspirarse en el de Santpedor al proponer un falso nueve con Hazard, el Messi del Chelsea, y fomentar la presión alta. Pero colocar alambradas atrás forma parte de su código genético y el Barça sufrió entre tantos elementos punzantes concebidos en sus confesadas noches de insomnio. 

Muchos esperaban en este escenario la incorporación de Dembélé, la apresurada apuesta para sustituir a Neymar, pero Valverde optó por Aleix Vidal. Y en el ágora barcelonista emergió un nuevo debate, que nunca faltan. Si estaba en el banquillo, con todo lo que ha costado, ¿no debía salir a abatir esa empalizada? Pregunta vociferada en una atmósfera de impaciencia. Desesperó sin jugar.

Valverde ofreció una explicación que sonó convincente. Priorizó lo que conoce, lo que le parece más fiable a estas alturas de competición, y no se dejó llevar por las expectativas que genera el jugador, que sin duda son muchas. Todo a su tiempo. Cabe recordar que la última vez que se le vio sobre un terreno de juego generó casi tanta desazón como el pase perezoso de Christensen en el ánimo de Conte. El italiano sabía que se dejó una oportunidad única de herir de gravedad al Barça. Con Dembélé, de oportunidades de verle brillar, habrán presumiblemente muchas más.