Opinión | EDITORIAL

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La calle también es de los músicos

Barcelona no puede alardear de vitalidad cultural al aire libre y al mismo tiempo perseguir a sus artistas callejeros como a delincuentes

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La música en la callemúsica en la calle proyecta un ideal de cultura viva y popular que Barcelona explota como atractivo turístico, aunque también arrastra un estigma de desorden y marginalidad perseguido por la ley. De hecho, y a pesar de que el gobierno de Ada Colau considera el arte callejero como un bien cultural, tocar sin permisos supone incumplir la ordenanza de civismo –en vigor desde el 2006– y conlleva multas e instrumentos decomisados.

El arte callejero es un avispero en el que ningún político quiere meterse, pero, a pesar de ello, en el último año y medio, el Institut de Cultura de Barcelona (Icub) ha mantenido reuniones con distintos colectivos de músicos para resolver una situación que tanto músicos como el consistorio califican de injusta. 

Legislar espacios, no personas

En el último encuentro, el ayuntamiento propuso abrir nuevos puntos de música callejera fuera de Ciutat Vella –aquí se concentran los únicos 21 puntos legalizados y adjudicados por licencia–. Pero el plan no convence a los músicos, para quienes exportar el modelo de licencias supone replicar la problemática actual de Ciutat Vella: otorgar permiso a una persona implica ilegalizar a quien no la obtenga. Por ello, apuestan por legislar espacios, no personas.

La calle es de todos, argumentan. Y el consistorio está de acuerdo, pero dentro de un orden. Por eso, urge una solución, porque Barcelona no puede alardear de vitalidad cultural en sus calles y al mismo tiempo perseguir a sus artistas callejeros como a delincuentes.