MIRADOR

Llegar a Londres

Puesta de sol en Londres

Puesta de sol en Londres / periodico

Jordi Puntí

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Es la influencia de las grandes ciudades, que convierten a sus habitantes en eternas aves de paso, pero a su vez los acepta tal como son, sin dudas morales. En este caso es Londres: un hilo extraño y perturbador une dos novelas recientes, pese a sus intenciones distantes, y lo que las liga es precisamente el bullicio anónimo de la ciudad. En 'Aglutinació' (Edicions 62), Joan Jordi Miralles retoma el estilo provocador de su excelente 'Una dona meravellosa' (Labreu). La muerte injusta de David Vilaseca en un accidente, tras años viviendo en Londres, truncó un proyecto literario ambicioso -la creación de una gran obra a partir de los dietarios escritos y reelaborados literariamente durante más de 20 años- y ahora se publica lo que dejó: 'Els homes i els dies' (L’Altra). Más de 700 páginas que son una indagación sin límites sobre sí mismo, y un aprendizaje cultural y sentimental.

Un hilo extraño y perturbador une dos novelas recientes, pese a sus intenciones distantes, y lo que las liga es precisamente el bullicio anónimo de la ciudad

Al inicio de 'Aglutinació', un hombre llega a Londres después de meses de viajar por Europa. Una conocida lo recibe en la estación. "¿Qué has venido a hacer, exactamente?", le pregunta. Respuesta: "Huir, supongo". Pronto esta fuga se concreta en una propensión a la sordidez de las habitaciones exiguas, un trabajo nocturno en un hotel y una serie de relaciones sexuales extremas que nunca apean al protagonista de su voluntad autodestructiva: peleas de pub, tentaciones suicidas, y un trauma familiar que no quiere ser borrado. En la segunda parte de 'Els homes i els dies', el narrador se define como "un hombre en crisis", y esta crisis se va concretando en el vacío que le provocan las dudas constantes en el deseo y en la creación literaria, exploradas desde el psicoanálisis.

Vilaseca se fía del tono confesional de un dietario íntimo; Miralles escribe un monólogo interior en segunda persona. El mundo universitario, en un caso, y el de los hoteles y los turistas en el otro son escaparates, puertas de conexión con el submundo interior. Londres, dice el narrador de Miralles, es “"una ciudad esclerótica, impaciente y temblorosa", y también "un camino personal de aniquilación". Como si le respondiera personalmente, Vilaseca escribe: "Las únicas ciudades reales son las que llevamos dentro".

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