Intangibles

Sobre la exigibilidad de un trabajo decente

La calidad puede ser recomendable, pero la decencia en el empleo ha de ser exigible

'Kellys' 8 Una limpiadora de habitaciones, en un hotel de Barcelona.

'Kellys' 8 Una limpiadora de habitaciones, en un hotel de Barcelona.

Carlos Obeso

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Calidad del trabajo y trabajo decente no son términos equivalentes porque su etimología responde a objetivos diferentes. En la Unión Europea se comienza a hablar de calidad del trabajo, en el año 2000, como parte de una estrategia pensada para convertir Europa en "la economía del conocimiento más competitiva del mundo".

En ese contexto, se entendía que la calidad del trabajo era condición para el crecimiento del empleo y, por tanto, socialmente deseable, aunque no por razones de justicia social, sino por ser vital para la buena salud de la economía.

Esta retórica dejaba de considerar la posible relación negativa entre calidad y productividad: ¿es posible un empleo de baja calidad con alta productividad, o viceversa? Y si lo es: ¿tenemos que seguir buscando la calidad como objetivo? Sea cual sea la respuesta, la calidad del trabajo habla con el lenguaje de la economía.  

El trabajo decente (promovido por la Organización Internacional del Trabajo) habla, por el contrario, el lenguaje de los derechos sociales que se entiende se ha de ajustar a los estándares normativos socialmente (mayoritariamente) aceptados. 

En el siglo pasado, estos estándares entendían que el trabajo era el eje para adquirir la condición de ciudadanía lo que, entre otras cosas, suponía el derecho a un "buen empleo": estable, seguro y con un salario "suficiente".

Estos estándares normativos son los que la Unión Europea quiso generalizar. Luego, la historia ha demostrado que se puede crear empleo y riqueza sin trabajos de calidad. En consecuencia, en la Europa de las élites económicas, se habla ahora poco de Calidad del trabajo y, desde luego, se habla  menos de la centralidad del trabajo como condición de ciudadanía.

La norma social está cambiando y lo central es el crecimiento económico, justificando la inseguridad en el trabajo y su necesaria precarización considerada como mal menor. El empleo pasa a segundo plano. De ahí que ya no se pueda sostener que el empleo sea/deba ser condición necesaria para la inserción social de las personas. Ahora se puede tener un empleo y ser pobre o excluido social.

Posible en los países nórdicos

¿Es una situación irreversible? ¿Hemos de aceptar que la vieja premisa de la Unión Europea de compatibilidad entre trabajo de calidad y crecimiento económico hoy ya nos es posible? La reciente publicación del 'Eurojob Quality Index' informa de que, al menos, en los países nórdicos es posible (aunque la precarización crece en todas partes). 

Devolver la dignidad al trabajo no va a ser tarea fácil porque no todos la quieren.

Pero los que sí la defendemos, en mi caso desde la social-democracia,  y como premisa de los necesarios acuerdos políticos que tendrán que darse, aceptemos la proposición de que la calidad del trabajo puede ser recomendable, pero su decencia tiene que ser una exigencia.