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El 'lobo' Di Caprio vuelve a Wall Street

Ni los más perspicaces ni los más agoreros habían previsto los últimos desplomes bursátiles

Cierre del mercado en Wall Street, este lunes.

Cierre del mercado en Wall Street, este lunes. / periodico

Jesús Rivasés

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John Kenneth Galbraith (1908-2006) solía decir que la memoria financiera es tan frágil que apenas dura una generación. Añadía que "las circunstancias que inducen a los episodios recurrentes de demencia financiera no han cambiado de ninguna manera realmente operativa desde la tulipamanía -las burbuja de los tulipanes en Holanda- de 1636-1637". Ahora, la globalización y el mundo digital, quizá han acortado los plazos.

Apenas ha transcurrido un decenio desde el principio de la Gran Recesión. Los mercados, una vez más, han vuelto a ser tan exuberantes y quizá irracionales, como explicaba Alan Greenspan ex-presidente de la Reserva Federal. Y tras un inicio de año espectacular, las bolsas se han desplomado con estrépito, aunque los daños -si las caídas no son mucho mayores- todavía son controlables. subido la apuesta hasta la estratosfera fiscal. 

Los expertos, los analistas y los gestores -bancarios y no bancarios- proclaman que se trata solo de una corrección, profunda pero corrección, y que las aguas volverán a su cauce. No obstante, hay quienes discrepan y explican que, simplemente, asistimos al final de una época de anormalidad, presidida por tipos de interés bajísimos -cero e incluso negativos-, los menores tal vez de la historia. Intereses negativos significa pagar por prestar dinero, todo un contrasentido y algún día tenía que terminar. Añaden que, además, en EEUU han vuelto a proliferar en estos años toda una serie de productos financieros que recuerdan a las famosas hipotecas "subprime" y que sus consecuencias empiezan a verse en los mercados. Tampoco creen que estemos ante otra hecatombe, pero no descartan otro 10% adicional de caídas bursátiles.

Acciones que suben y bajan

La primera lección que recibe Leonardo Di Caprio como protagonista de 'El lobo de Wall Street' se la da el cínico y exitoso jefe que le había contratado. Con varios martinis y coca por en medio, el curtido bróker le cuenta a su pupilo que nadie sabe ni por qué las acciones suben o bajan de precio, ni cuando lo harán y que, además, tampoco importa demasiado. El negocio está en las comisiones y en que los clientes una vez que han invertido su dinero en el mercado nunca lo retiren -materialicen sus beneficios cuando los hay-, sino que lo trasladen de unas inversiones a otras -con ganancias aparentes y sobre el papel- y así generen más comisiones.

No es comparable, pero suena muy parecido a la política de muchas gestoras y bancos con los fondos de inversión que colocan a su clientela, sobre todo en estos tiempos en los que no pagan a los ahorradores. Hay fondos que prometen seguridad y un pequeño beneficio y que, a cambio, perciben importantes comisiones.

Nadie, ni los más perspicaces, ni los agoreros de turno, habían previsto estos desplomes bursátiles y nadie sabe si continuarán o si los mercados se recuperarán. Todo indica que estamos al principio de una nueva -y esperada- normalidad en la que nadie pagará por prestar y en la que habrá otros lobos de Wall Street, entre otras cosas porque nunca se han ido.