LA CLAVE
¿Hay mayoría independentista?
Si Puigdemont no tira la toalla, ERC y el PDECat deberán elegir: o exploran alianzas más transversales o que el electorado reparta suerte
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
El independentismo, de forma agregada, ganó las elecciones con el 47% de los votos y 70 escaños. Pero hoy no está nada claro que la mayoría independentista del 21-D tenga un reflejo nítido en el Parlament. Están los diputados; la unidad de acción, ni está ni se la espera.
Antes del 21-O, el PDECat, ERC y la CUP solo compartían un mínimo común denominador: poner las urnas para salvar la cara ante su electorado. El día después era un folio en blanco, una hoja de ruta por escribir.
El 10 de octubre Carles Puigdemont decepcionó a socios y extraños al suspender la independencia sin declararla. El 26 quiso convocar elecciones y Oriol Junqueras amenazó con romper el Govern. Tras la fúnebre proclamación de la república, el 'expresident' se refugió en Bruselas y su exvicepresidente acudió a la citación del juez, para acabar en prisión.
Luego el líder fugado exigiría una lista única independentista que ERC abortó. Tras el 21-D, sin llamar siquiera a la familia del preso Junqueras, Puigdemont reclamó el apoyo republicano para ser investido a distancia, burlando el mandato del Constitucional. Lo vetó el presidente del Parlament, Roger Torrent (ERC)Roger Torrent , como ahora ha vetado la reforma legal presentada unilateralmente por JxCatJxCat, que a su vez censura la decisión unilateral de Esquerra. En la familia soberanista el unilateralismo, anteayer su santo y seña, es hoy pecado.
SOLTAR LASTRE
El horizonte vital de los políticos presos, de los huidos y de los llamados a comparecer en breve ante el Supremo pesa como una losa sobre las fuerzas llamadas a formar Govern. Puigdemont, desahuciado por la justicia y por sus antiguos socios, no tiene incentivos para desempantanar la gobernabilidad tirando la toalla, pero ya intuye que si fuerza elecciones el juez Pablo Llarena frustrará su candidatura.
Si ERC y el PDECat en verdad ansían una legislatura pragmática --léase autonomista-- saben que no podrán contar con la CUP, ni con algunos acólitos de Puigdemont. Lo que solo les deja dos opciones: romper el grupo de JxCat y abrirse a alianzas más transversales o echar a perder la frágil mayoría del 21-D y que el electorado reparta suerte.
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