ANÁLISIS
¿Estamos ante un callejón sin salida?
Quizás sea necesario un pacto transversal que supere el cisma entre secesionistas y constitucionalistas
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Hace unos días Joan Manuel Serrat dijo que el independentismo está en un callejón sin salida. Acierta más que Lluís Llach, pero es toda Catalunya la que se adentra por el callejón. Los efectos de la creciente fragmentación política no son un mal catalán. España estuvo paralizada un año tras las elecciones del 2015 y Alemania lleva sin gobierno cinco meses y está pendiente del incierto referéndum entre los 450.000 afiliados del SPD.
Pero España y Alemania son estados europeos. Y Catalunya es una comunidad autónoma con un grave cisma interno que hace más difícil superar la parálisis. Dos veces consecutivas el 47% ha dicho que quiere la secesión (o algo similar). Son muchos, pero no la mayoría. Si lo son en el Parlament, lo que les habilita para gobernar, pero no para enterrar ni el Estatut ni la Constitución española. Además, ni en España ni en Alemania hubo pánico por la parálisis. Aquí 2.500 empresas -empezando por los dos grandes bancos- han trasladado su sede social. En el último trimestre se mantuvo el crecimiento porque la caída del turismo y la desaceleración de la construcción y el comercio fueron compensados por el tirón de la industria exportadora. Pero Miquel Valls, presidente de la Cámara de Comercio, ya ha avisado que sin Govern estable -y presupuesto- la previsión del PIB de este año (2,7%) bajaría. El BBVA la ha recortado al 2,1%. Y el presidente de la multinacional alemana Agrolab, Paul Wimmer, acaba de anunciar que su mayor laboratorio de investigación en el sur de Europa, previsto en Tarragona y con 200 empleos, se hará en Burgos por el riesgo de que Catalunya quede fuera de la UE.
Bofetada al independentismo… y a Mariano Rajoy. Pero nadie se ha conmocionado. ¿País anestesiado? El Parlament está paralizado por la división en bloques que separa a los partidos en algo similar a una guerra de religión incruenta, pero que va desangrando al país. Y parece que Carles Puigdemont cree que saca réditos de la situación porque hace tuits a lo Donald Trump tratando al PP, PSOE y C's de "orgullosos carceleros de la democracia" y advirtiéndoles de que "los ciudadanos libres les acabarán pasando pacíficamente por encima". ¿Olvida quizás que Inés Arrimadas le sacó 160.000 votos de ventaja? A él ya le han pasado por encima y ahora apuesta a que los republicanos no le abandonen por confesar la misma religión. Pero las fronteras se mueven. Aunque el portavoz de ERC, Sergi Sabrià insiste en que Puigdemont es el candidato, ERC, Oriol Junqueras y el propio Sabrià ya dicen en voz no siempre baja que Puigdemont no podrá ser el presidente efectivo en Catalunya. Pero prefieren pastalear una salida para el de Bruselas. De acuerdo. ¿Hasta cuándo?
Quizás Catalunya necesite un Enrique IV que en Francia acabó con las guerras de religión entre católicos y protestantes. Aquí quizás la única salida sea un gobierno transversal que trascienda el cisma entre secesionistas y constitucionalistas. No sería aquello del rey francés de que "Paris bien vale una misa" sino algo menos discutible: "Catalunya necesita un Govern".
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