Al contrataque

La pachorra de Rajoy

Hay pánico interno en el PP al agotamiento del proyecto y al ascenso de Ciudadanos, aunque Albert Rivera casi siempre sube más en las encuestas que en las urnas

Rivera felicita a Rajoy, reelegido presidente, el 29 de octubre del 2016.

Rivera felicita a Rajoy, reelegido presidente, el 29 de octubre del 2016.

Cristina Pardo

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Es curioso ver estos días a los líderes territoriales del PP mandando mensajes a Mariano Rajoy de manera anónima desde las portadas de los periódicos. Hay pánico interno al agotamiento del proyecto y al ascenso de Ciudadanos, aunque Albert Rivera casi siempre sube más en las encuestas que en las urnas. En el PP quieren que Rajoy haga algo, más allá de sacar pecho por la aplicación del 155 en Catalunya y la agitación social con la prisión permanente. Faltan ideas –dicen los críticos–, falta iniciativa y falta ilusión.

Uno de los síntomas de que el PP está revuelto es que resurge, cada vez con más frecuencia, el debate soterrado sobre la continuidad de Rajoy. Sobre todo, si Génova prepara con mimo un acto en Córdoba sobre la prisión permanente y Feijóo, el presidente de la Xunta, se organiza otro a la misma hora en Galicia. También los partidarios de la vicepresidenta han salido en tromba para defender su astucia con el recurso judicial contra la investidura de Puigdemont.

El problema fundamental, recuerdan los marianistas, es que cuanto más cambios le pidan a Rajoy a golpe de portada, menos hará. Y cuanta más rapidez esperen, más tendrán que esperar. Al menos, hemos avanzado. Rajoy ahora es consciente de la preocupación interna y va a recibir a sus líderes regionales la próxima semana para calmar las aguas. Mientras tanto, Rivera se frota las manos. Ha obtenido un magnífico resultado en Catalunya con una candidata fuerte. El PP, en cambio, anda descabezado y todavía noqueado por el tortazo electoral.

Cambiar de opinión

En Ciudadanos, es verdad, cambian habitualmente de opinión con cierto desparpajo sobre temas no menores. El último, la prisión permanente, donde ha defendido todas las posturas, una detrás de otra. Es lamentable. Pero, ¿quién no lo ha hecho nunca? ¿Cuántos partidos han sido siempre coherentes en sus opiniones? El propio PP ha cambiado de idea, por ejemplo, con los impuestos y el matrimonio gay y ha seguido ganando elecciones con bastante margen.Y por último, en el partido de Rivera tienen una bala que en el PP no tienen: la corrupción. Es un asunto interminable. Y en Génova, por mucho que el discurso oficial sea decir que es pasado y que Rajoy echó a la Gürtel, los escándalos escuecen casi tanto como las encuestas.

Esta misma semana, en la comisión parlamentaria sobre la financiación, ha comparecido Francisco Correa. El diputado de Ciudadanos, Toni Cantó, ha hecho un discurso más duro con el PP («el eslabón podrido»), que con el cabecilla de la trama. ¿Y qué hacían mientras los populares? Defendían la presunción de inocencia de Correa, a través de una portavoz de segunda fila, mientras esgrimían recortes de prensa sobre la financiación de Podemos y Ciudadanos. Unos genios